viernes, 10 de marzo de 2017
EM Ariza, el escritor actual de humor en español mas leído del mundo, nos deleita haciéndonos reír
NO TE CASES
Menos mal que estaba solo en el salón de mi apartamento, porque al
terminar de ver aquella película no pude evitar que una lágrima me cayera por
el rostro embargado por la emoción del final.
El problema consistía en que se trataba de una película romántica y se
supone que un digno varón no debe llorar en ellas. Debe sonreír, con
masculina suficiencia, y decir mientras mueve la cabeza comprensivamente
aquello de “mujeres…”. Por eso era de agradecer mi soledad en ese momento,
pues mi reacción no había sido esa precisamente.
Tras unos instantes de recuperación emocional mi mente comenzó a
analizar el argumento del film. La muy original base argumental consistía en
las dudas que tenía la protagonista sobre a cual de dos chicos entregar su amor.
Uno de ellos era rico y perverso, y a pesar de lo divertido que suele ser cuando
se es de tal carácter, según la película era desgraciado. El otro pobre y bueno,
y a pesar de lo aburrido que suele ser cuando se es de este otro carácter, según
el film era feliz.
Las amigas de la protagonista se dividían en dos bandos bien definidos a la
hora de aconsejarle. Unas le advertían que tuviera cuidado pues el amor sale
por la ventana cuando la nevera está vacía –o algo similar-… Que si el
porvenir de los hijos… Que si ella se merecía vivir como una reina... En
definitiva, que se fuese con el rico.
El otro bando, por el contrario, le decía que lo importante era seguir los
dictados del corazón… Que si el hombre de su vida… Pero, sobre todo,
insistían en tres palabras que al parecer resumen un millón de años de
evolución del hombre, y de sesudos estudios sobre la psicología humana: SÉ
TÚ MISMA. Y tras este argumento definitivo la protagonista de la película
corría a cámara lenta, en una playa desierta, a abrazarse con el chico pobre
mientras sonaba una dulce balada; y es ahí, precisamente, donde comienzan
los nudos en la garganta de los espectadores. Es comprensible, probablemente
a usted también le habría pasado tras contemplar tan tierna escena.
En fin, rato más tarde, tras vencer la congoja producto de la emoción,
comenzaron en mi inquieta mente las preguntas trascendentales. ¿En realidad,
qué es eso de ser uno mismo? ¿Alguien sabe lo que significa? O mejor,
¿alguien sabe cómo se puede dejar de ser uno mismo…?
Por otro lado, ¿alguien sabe por qué ese argumento lleva a la chica a elegir
al chico pobre? Y, por último, ¿alguien sabe dónde puedo encontrar la playa
solitaria de la película? Agradecería cualquier información a este último
respecto.
Como la mente humana es como es, unas especulaciones llevan a otras.
¿Por qué todas las películas terminan cuando los protagonistas deciden
casarse? ¿Por qué ninguna comienza justo tras la boda? ¿Qué es lo que pasa
después?
Estas cuestiones me llevaron largo tiempo de reflexión, así que para no
aburrirles con los tiempos muertos empleados en dichas reflexiones me los
salto y entro de lleno en materia.
Mire, el amor pasa por cuatro fases: el enamoramiento, la crisis, la traición
y el abandono. Es, precisamente, cuando estamos sumergidos en la primera
fase cuando firmamos el contrato de matrimonio. Durante las otras tres fases
es cuando nos arrepentimos de haberlo hecho.
Las estadísticas son demoledoras al respecto. El sesenta por ciento de las
parejas se separan antes de diez años. ¿Por qué? Porque la pasión –es ley
natural- se ha ido apagando.
Como consecuencia me pregunté: ¿Siempre ha sido así?
Acudiendo a la fuente de la sabiduría suprema –Zoilo, que es muy culto
pues lee libros- encontré la respuesta: el romanticismo; el puñetero
romanticismo tan sobrevalorado es el culpable.
Este fue el que, en síntesis, fue introduciendo la costumbre de “¿dices que
me quieres y me deseas?... Pues firma aquí”. Y entonces comenzó a pasar que
cuando “el me quieres y deseas” desaparecía, lo único que quedaba era el
contrato de matrimonio y la hipoteca de la casa.
En una pirueta mental, digna del mejor atleta del Circo del Sol, intenté
imaginarme como sería una película que comenzara por el final. Es decir, por
la boda. Previsiblemente una vez pasada la luna de miel, y que el furor sexual
se hubiese calmado, los primeros síntomas de futuros problemas comenzarían
cuando él advirtiera en la vecina de al lado atributos que hasta entonces le
habían pasado desapercibidos; y ella, por su lado, los encontrara en el
jardinero. Ya estaríamos ante previsibles tormentas matrimoniales.
Pero es curioso observar la diferencia de comportamientos que en estas
críticas situaciones tienen hombres y mujeres. En la película dos de las amigas
consejeras estaban divorciadas, y mientras sus exmaridos reaccionaban como
el que esconde un pecado y se siente culpable, ellas, tengo la teoría de que
traen un manual de fábrica a aplicar en los casos de separaciones. A saber, si
es la mujer la que deja la pareja todas dirán unánimemente que él se lo tenía
merecido, pues no le hacía suficiente caso; si el asunto ha consistido en que la
chica se ha largado con otro tipo, la justificarán entre suspiros preñados de
romanticismo, exclamando: ¡Qué se le va hacer, el amor lo puede todo! ¡Es el
hombre de su vida!
Por el contrario, si es él el que toma la iniciativa, el calificativo más suave
que recibirá –en aplicación de tan estricto manual- es el de cerdo. Y si se ha
ido con otra, esta será definida como prostituta y él como algo irreproducible
para cualquier oído decente.
El colmo de los reproches recurrente en estos casos suele ser el afirmar que
él es un puerco porque ella le había entregado lo mejor de su juventud. Pero
eso sí, jamás oirás esa tesis – la de la juventud- cuando es el hombre el que
deja la pareja. Como si nosotros no cumpliéramos años…
En cualquier caso ese reproche, si se piensa con un poco de detenimiento,
contradice profundamente la argumentación romántica de la película, pues lo
que subyace bajo él es: “si hubiese sabido lo que iba a pasar, ni con violines y
playas desiertas me hubiera decidido por el pobre. Hubiese aceptado la oferta
de boda del rico y hoy viviría como una reina, que es lo que me merezco”.
A todo esto siguen las preguntas. ¿Si la época del noviazgo es tan bonita
por qué ponemos fin a ella con el matrimonio? Cuando nos enamoramos de
una chica –o viceversa- ¿por qué convertimos en contrato nuestra eventual
pasión? ¿Por qué los seres humanos cometemos una y otra vez el error de
mezclar el romanticismo, el amor o el sexo con contratos? Si no fuera algo tan
estúpidamente enraizado en nuestras costumbres, y lo viéramos con un poco
de perspectiva, diríamos que es peor que absurdo, es, simplemente, ridículo.
Analícelo conmigo. Vivimos una sociedad en la que si un medicamento
produce un uno por mil de efectos secundarios es eliminado inmediatamente.
Si una maquina tiene algún defecto por el que remotamente se pudiera
producir un accidente, la retiramos del mercado de manera fulminante. En
cambio, el matrimonio tiene un porcentaje de fallo superior al 60% y ahí sigue
tan fresco, como institución inamovible.
Pero esto no ha sido siempre así. Los romanos –me ha dicho mi amigo
Zoilo que es muy culto pues lee libros- lo tenían muy bien resuelto. El
matrimonio, entonces, era un contrato entre dos personas que con
determinadas condiciones ponían en común su hacienda y con ella mantenían
la sociedad conyugal, incluidos los hijos. Los aspectos pasionales estaban
alejados de esta relación contractual. Era lo que peyorativamente hoy
calificamos de “casarse por interés”. Aunque yo, usted me disculpará, lo
definiría como casarse pensando con la cabeza y no con otras partes menos
nobles de nuestra anatomía.
Más o menos este sistema de la sociedad conyugal lo hemos copiado de
ellos. Pero aquí viene lo diferente: en esos tiempos, tras el matrimonio, cada
conyugue seguía manteniendo la libertad de enamorarse y vivir las pasiones
correspondientes tantas veces como la vida le ofreciera la oportunidad, y no
estaba mal visto socialmente. A este respecto me contó Zoilo que Seneca
consideraba afortunado al marido cuya mujer se conformaba solo con cuatro o
cinco amantes; incluso existen inscripciones en tumbas romanas donde
expresan con extrañeza: “permaneció fiel a su marido durante treinta años,
solo tuvo tres amantes”.
En definitiva, eran más listos que nosotros y tenían mejor resuelto el tema
de la convivencia matrimonial. Sencillamente no mezclaban reacciones
químicas emocionales con contratos, y entendían que la fidelidad no es una
parte de la lealtad. Es solo sexo.
Tras tan profundo análisis, finalmente, conseguí entender por qué las
películas nunca comienzan después de la boda: porque la gente no va al cine a
ver las mismas discusiones que tiene en casa y encima pagando una entrada. Y
los productores cinematográficos, que son gente avispada, así lo han
entendido.
Tras todas estas sesudas reflexiones solo me queda la convicción de que el
mejor regalo de bodas que puedo hacer a un amigo cuando me anuncie su
intención de contraer matrimonio, es decirle: ¡Por Dios, no te cases!
Muñeco de madera
No había nada que Eliseo deseara con más intensidad que ese muñeco de madera de brazos livianos; parecía tener la habilidad de volar, porque al sus brazos rozaban el aire con una elegancia que el niño sentía que en cualquier momento podría encontrarlo flotando en el aire como un barrilete. Cada tarde pasaba por la juguetería, lo miraba desde la vidriera y observaba su precio. Nunca había visto tanto dinero junto. Sabía que jamás podría tenerlo. Sin embargo, apoyaba la nariz contra el vidrio, miraba sus ojos y esos brazos y volaba por un ratito.
Una tarde, el dueño de la juguetería se le acercó y le preguntó por qué siempre se quedaba ahí, inmóvil. El chico sintió tanta vergüenza que se fue corriendo. Durante unas semanas, aunque sentía profundos deseos de hacerlo, no apareció por esa calle.
Cuando finalmente ya no pudo más con sus deseos de ver al muñeco, fue a la vidriera cauteloso, intentando que nadie lo viera. El muñeco de madera no estaba. Se quedó un rato, observando cada esquina del escaparate, anhelando encontrárselo en una esquina sin poder calmar esa tristeza. Durante toda la semana fue hasta la juguetería. La ida desde su casa era amarilla, iluminada por la esperanza de encontrarse con su amiguito; pero la vuelta era de un gris oscuro intenso, ya no volaba su imaginación, solamente sentía tristeza y desánimo.
Pasó el tiempo y lentamente Eliseo fue olvidándose de esa extraña fascinación. Muchos años más tarde, pasaba por casualidad por la juguetería, a cuyo escaparate ya no iban sus ojos, y al rodear la esquina descubrió que apoyado en el vidrio había un niño que observaba intensamente un muñeco de madera idéntico al que amara en su infancia. Entró, saludó al juguetero y compró el juguete. Al salir, el niño había desaparecido. Lo buscó durante días, deseando darle ese juguete, hasta que finalmente desistió.
Una tarde, al volver del trabajo, sus ojos se toparon con los puntos negros del muñeco de madera; lo miraba profundamente y lograba llegar a un sitio de su ser al que ni siquiera él se atrevía a mirar: un sitio donde volar era posible y a donde sólo esas manos de madera podían llevarlo.
EL PEQUEÑO PATRIOTA PADUANO
Sábado, 29.
No seré un soldado cobarde, no; pero iría con más gusto a la escuela si el maestro nos refiriese todos los días un cuento como el de esta mañana. Todos los meses, dice, nos contará uno, nos lo dará escrito, y será siempre el relato de una acción buena y verdadera, llevada a cabo por un niño. El pequeño patriota paduano se llama el de hoy. Helo aquí:
Un navío francés partió de Barcelona, ciudad de España, para Génova, llevando a bordo franceses, italianos, españoles y suizos. Había, entre otros, un chico de once años, solo,
mal vestido, que estaba siempre aislado, como animal salvaje, mirando a todos de reojo. Y tenía razón para mirar a todos así. Hacía dos años que su padre y su madre, labradores de los alrededores de Padua, lo habían vendido al jefe de cierta compañía de titiriteros, el cual, después de haberle enseñado a hacer varios juegos a fuerza de puñetazos, puntapiés y ayunos, lo había llevado a través de Francia y España, pegándole siempre y teniéndolo en cambio siempre hambriento. Llegado a Barcelona y no pudiendo soportar ya los golpes y el ayuno, reducido a un estado que inspiraba compasión, se escapó de su carcelero y fue a pedir protección al cónsul de Italia, el cual, compadecido, lo había embarcado en aquel navío, dándole una carta para el alcalde de Génova, que debía enviarlo a sus padres, a aquellos mismos que lo habían vendido como una bestia. El pobre muchacho estaba lacerado y enfermo. Le habían dado billete de segunda clase. Todos lo miraban, algunos le preguntaban; pero él no respondía, y parecía odiar a todos. ¡Tanto lo habían irritado y entristecido las privaciones y los golpes! Al fin tres viajeros, a fuerza de insistencia, consiguieron hacerlo hablar, y en pocas palabras, torpemente dichas, mezcla de italiano, español y francés, les contó su historia. No eran italianos aquellos viajeros, pero lo comprendieron, y parte por piedad, parte por excitación del vino, le dieron algunas monedas, instándolo para que contase más. Y habiendo entrado en la cámara en aquel momento algunas señoras, los tres, por darse tono, le dieron aún más dinero, gritando: -¡Toma, toma más!.
Y hacían sonar las monedas sobre la mesa. El muchacho las recogió todas, dando las gracias a media voz, con aire malhumorado, pero con una mirada, por primera vez en su vida, sonriente y cariñosa. Después se fue a su camarote y permaneció allí solo, pensando en lo ocurrido. Con aquel dinero podía tomar algún buen bocado a bordo, después de dos años de no comer más que pan; podía comprarse una chaqueta, apenas desembarcara en Génova, después de dos años de vestir andrajos, y podía también, llevando algo a su casa, tener del padre y de la madre mejor acogida que la que le esperaba si llegase sin nada en los bolsillos. Aquel dinero era para él casi una fortuna, y en esto pensaba, consolándose, mientras los tres viajeros conversaban y bebían sentados a la mesa, en medio de la sala de segunda clase. Se los oía hablar de sus viajes y de los países que habían visto; y de conversación en conversación vinieron a hablar de Italia. Empezó uno a quejarse de sus fondas; otro, de sus ferrocarriles, y después, todos juntos, animándose, hablaron mal de todo. Uno habría preferido viajar por Laponia; otro decía que no había encontrado en Italia más que estafadores y bandidos; el tercero, que los empleados italianos no sabían leer.
-Un pueblo ignorante –decía el primero.
-Sucio –añadió el segundo.
-La… -exclamó el tercero. Iba a decir “ladrón”, pero no pudo acabar la palabra.
Una tempestad de monedas cayó sobre las cabezas y espaldas de los tres, y descargó sobre la mesa y el suelo con ruido infernal. Los tres se levantaron furiosos, mirando hacia arriba, y recibieron aún un puñado de monedas en la cara.
-Recobrad vuestro dinero –dijo con desprecio el muchacho, asomado al lato ventanuco de su camarote-. Yo no acepto limosnas de quienes insultan a mi patria.
jueves, 23 de febrero de 2017
RECOMENDACION LORD JIM
UNA EXCEPCIONAL NOVELA DE ACCIÓN Y AMOR, LA RECOMIENDO: JOSEPH CONRAD ESCRIBIÓ ESTO Y ES MEMORABLE
Al igual que otras de las obras de Conrad, Lord Jim es narrada a través del personaje Marlow, quien recita a un grupo de oyentes la mayoría de la historia. La última parte de la novela se narra en una carta que Marlow escribe a uno de los oyentes.
Jim (cuyo apellido nunca es revelado) es un joven marinero británico quien obtiene el puesto de primer oficial en el Patna, una nave que transporta peregrinos que se dirigen a La Meca para el Hajj. El casco de la nave sufre un desperfecto y Jim y el resto de la tripulación abandonan la nave y sus pasajeros. Pocos días después, son rescatados por una nave británica. Sin embargo, el Patna y sus pasajeros también son rescatados y las acciones deplorables de la tripulación son reveladas al público. Aunque toda la tripulación se rehúsa a comparecer a la corte cuando son convocados, Jim se presenta y la corte revoca su certificado de navegación por abandono del deber. Jim se muestra enojado consigo mismo, tanto por su momento de debilidad como por perder la oportunidad de ser un «héroe».
Durante el juicio, Jim conoce a Marlow, un capitán que a pesar de sus dudas iniciales sobre la moral del marinero, lo acepta como amigo, ya que él es «uno de nosotros», y lo ayuda a conseguir un trabajo como ayudante de un abastecedor de naves. Jim trata de mantener el anonimato, pero cuando el oprobio del incidente del Patna lo alcanza, abandona el trabajo que tiene y se traslada más al este.
Tiempo después, Stein, un amigo de Marlow, sugiere contratar a Jim como su representante en Patusan, un asentamiento remoto tierra adentro y habitado por malayos y bugis, en donde su pasado puede permanecer secreto. Con el paso del tiempo, Jim adquiere el respeto de los habitantes y recibe el título de «Tuan» (Lord) al protegerlos del bandido Sherif Ali y del jefe local Rajah Tunku Allang. Asimismo, enamora a Jewel, una joven mestiza, y según sus propias palabras está «satisfecho... casi». Varios años más tarde, Patusan es atacada por un grupo de maleantes liderado por un hombre llamado Brown y, aunque Jim logra repelerlos, Dain Waris, el hijo del jefe de la comunidad buginesa, es asesinado. Jim se presenta ante Doramin, el líder buginés, y acepta voluntariamente que este lo ejecute como retribución por la muerte de su hijo.
El abandono de la tripulación del Patna está basado en hechos reales. El 17 de julio de 1880, el SS Jeddah salió de Singapur con rumbo a Yida con escala en Penang, llevando a bordo a 778 hombres y 147 mujeres y 67 niños, los cuales eran musulmanes de Malasia británica con rumbo a La Meca para el Hajj. El SS Jeddah navegaba bajo bandera británica y la mayoría de su tripulación era de dicha nacionalidad. Durante el viaje se presentaron condiciones meteorológicas adversas y el agua empezó a filtrarse dentro de la nave debido a una ruptura en el casco, por lo que el capitán y sus oficiales abandonaron la nave en un bote salvavidas. Los tripulantes fueron rescatados por otra embarcación y llevados a Adén, en donde declararon que la nave estaba naufragando y que los pasajeros se tornaron violentos. Sin embargo, el 8 de agosto de 1880, un barco de vapor francés se encontró con el SS Jeddah con los peregrinos aún con vida y lo remolcó a Adén. Poco después se realizó una audiencia judicial, al igual que en la novela.1
La segunda parte de la novela está basada vagamente en la vida de James Brooke, el primer rajá blanco de Sarawak.2 Brooke fue un aventurero inglés, nacido en India, quien en los años 1840 consiguió obtener el poder y establecer un estado independiente en Sarawak, en la isla de Borneo.
Al igual que otras de las obras de Conrad, Lord Jim es narrada a través del personaje Marlow, quien recita a un grupo de oyentes la mayoría de la historia. La última parte de la novela se narra en una carta que Marlow escribe a uno de los oyentes.
Jim (cuyo apellido nunca es revelado) es un joven marinero británico quien obtiene el puesto de primer oficial en el Patna, una nave que transporta peregrinos que se dirigen a La Meca para el Hajj. El casco de la nave sufre un desperfecto y Jim y el resto de la tripulación abandonan la nave y sus pasajeros. Pocos días después, son rescatados por una nave británica. Sin embargo, el Patna y sus pasajeros también son rescatados y las acciones deplorables de la tripulación son reveladas al público. Aunque toda la tripulación se rehúsa a comparecer a la corte cuando son convocados, Jim se presenta y la corte revoca su certificado de navegación por abandono del deber. Jim se muestra enojado consigo mismo, tanto por su momento de debilidad como por perder la oportunidad de ser un «héroe».
Durante el juicio, Jim conoce a Marlow, un capitán que a pesar de sus dudas iniciales sobre la moral del marinero, lo acepta como amigo, ya que él es «uno de nosotros», y lo ayuda a conseguir un trabajo como ayudante de un abastecedor de naves. Jim trata de mantener el anonimato, pero cuando el oprobio del incidente del Patna lo alcanza, abandona el trabajo que tiene y se traslada más al este.
Tiempo después, Stein, un amigo de Marlow, sugiere contratar a Jim como su representante en Patusan, un asentamiento remoto tierra adentro y habitado por malayos y bugis, en donde su pasado puede permanecer secreto. Con el paso del tiempo, Jim adquiere el respeto de los habitantes y recibe el título de «Tuan» (Lord) al protegerlos del bandido Sherif Ali y del jefe local Rajah Tunku Allang. Asimismo, enamora a Jewel, una joven mestiza, y según sus propias palabras está «satisfecho... casi». Varios años más tarde, Patusan es atacada por un grupo de maleantes liderado por un hombre llamado Brown y, aunque Jim logra repelerlos, Dain Waris, el hijo del jefe de la comunidad buginesa, es asesinado. Jim se presenta ante Doramin, el líder buginés, y acepta voluntariamente que este lo ejecute como retribución por la muerte de su hijo.
El abandono de la tripulación del Patna está basado en hechos reales. El 17 de julio de 1880, el SS Jeddah salió de Singapur con rumbo a Yida con escala en Penang, llevando a bordo a 778 hombres y 147 mujeres y 67 niños, los cuales eran musulmanes de Malasia británica con rumbo a La Meca para el Hajj. El SS Jeddah navegaba bajo bandera británica y la mayoría de su tripulación era de dicha nacionalidad. Durante el viaje se presentaron condiciones meteorológicas adversas y el agua empezó a filtrarse dentro de la nave debido a una ruptura en el casco, por lo que el capitán y sus oficiales abandonaron la nave en un bote salvavidas. Los tripulantes fueron rescatados por otra embarcación y llevados a Adén, en donde declararon que la nave estaba naufragando y que los pasajeros se tornaron violentos. Sin embargo, el 8 de agosto de 1880, un barco de vapor francés se encontró con el SS Jeddah con los peregrinos aún con vida y lo remolcó a Adén. Poco después se realizó una audiencia judicial, al igual que en la novela.1
La segunda parte de la novela está basada vagamente en la vida de James Brooke, el primer rajá blanco de Sarawak.2 Brooke fue un aventurero inglés, nacido en India, quien en los años 1840 consiguió obtener el poder y establecer un estado independiente en Sarawak, en la isla de Borneo.
LIBROS RECOMENDADOS
HUMILDEMENTE ME GUSTARÍA RECOMENDAR ANTIGUOS LIBROS QUE LEI QUE ME HAN PARECIDO GENIALES , COMPARTIRÉ AQUÍ RESEÑAS DE ELLOS Y VEAN SI PUEDEN CONSEGUIRLOS,
"Sin Novedad en el Frente" de Erich Maria Remarque.
"Sin Novedad en el Frente" de Erich Maria Remarque.
SIENDO NIÑO LO LEÍ Y ME IMPACTO, DESDE EL PRIMER MOMENTO QUEDE PRENDADO DE ESTE ESCRITOR Y BUSQUE MUCHOS MAS LIBROS DE EL Y TODOS FUERON FANTÁSTICOS , COMO "TRES AMIGOS" OTRO LIBRO EXCELENTE.
es una novela autobiográfica en la que el autor cuenta su propia versión de la Primera Guerra Mundial.
En la novela, el soldado protagonista se llama Paul, es un joven estudiante que pasa de las aulas a las trincheras. Paul nos cuenta en primera persona sus experiencias en la guerra, nos habla de la dureza de la preparación a la que los mandos alemanes los someten para combatir en una guerra cruenta. Nos cuenta también las dificultades que tienen para alimentarse, el frío al que se tiene que enfrentar. A su alrededor ve como van cayendo sus antiguos compañeros de estudios. Muchos mueren. Él consigue ir sobreviviendo en una guerra donde las armas diseñadas para matar de manera más discriminada se están utilizando por primera vez.
Esta novela engancha pese a la dureza des que narra. El hecho de que esté narrada en primera persona, hace el texto más cercano, más realista, más duro incluso. Es una novela que se te va de las manos. Fácil de leer. Esta escrita con un lenguaje sencillo y poético.
No llama la atención que el autor refleje a lo largo del libro una posición pacifista. Cualquiera que hubiera vivido miedo, muerte, hambre y frío en una guerra lo hubiera sido. Sorprendería que tras vivir tantas penurias en las trincheras, el autor defendiera las armas para luchar por unas ideas. ¿Y por qué no desertó entonces? Porque tocaba luchar para salvar el propio pellejo, enterrar a los compañeros muertos, seguir.
La novela es amena pese a ser bastante descriptiva. Y no se queda en las descripciones de los escenarios de la guerra sino que también nos habla de la posguerra. De ese joven que ya tiene 21 años, tres más que cuando se jugaba la vida en las trincheras.
recomiendo esta novela. Es emotiva, triste, pero esperanzadora pro lo que tiene de antibelicista, cosa que llama la atención si tienes en cuenta que fue escrita en el año 1929. No me extraña que los nazis la hubieran censurado en su día.
El protagonista se nos presenta como un joven decepcionado tras lo vivido en el frente. Es totalmente contrario a la guerra. En la novela está muy bien caracterizado más que por lo que cuenta de sí por lo que cuenta de lo que le tocó vivir en el frente.
El autor describe con todo detalle la guerra de trincheras. Es una guerra distinta a las anteriores formas de batallar, mucho más destructiva. Nos habla de ametralladoras, de gases, de tanques, de la participación de los primeros aviones en las batallas. Nos cuenta como los soldados supervivientes quedaron tocados psicológicamente. Nos habla de un perdida bajo el fuego de las armas.
Pero yo me quedo con el compañerismo, con el buen rollo entre jóvenes condenados a morir. Para mí fue lo mejor del libro. Una reconciliación con el género humano, capaz de lo peor y también de lo mejor. Ves como los soldados de las trincheras se permiten pequeños ratos de ocio, de desconectar de su trágico destino.
Me parece esta novela una de las mejores novelas antibelicistas que hay. Es muy emotiva y tiene descripciones tan crudas como maravillosas por como las cuenta el autor. como he dicho, utiliza un lenguaje lleno de poesía en muchos párrafos.
En la novela, el soldado protagonista se llama Paul, es un joven estudiante que pasa de las aulas a las trincheras. Paul nos cuenta en primera persona sus experiencias en la guerra, nos habla de la dureza de la preparación a la que los mandos alemanes los someten para combatir en una guerra cruenta. Nos cuenta también las dificultades que tienen para alimentarse, el frío al que se tiene que enfrentar. A su alrededor ve como van cayendo sus antiguos compañeros de estudios. Muchos mueren. Él consigue ir sobreviviendo en una guerra donde las armas diseñadas para matar de manera más discriminada se están utilizando por primera vez.
Esta novela engancha pese a la dureza des que narra. El hecho de que esté narrada en primera persona, hace el texto más cercano, más realista, más duro incluso. Es una novela que se te va de las manos. Fácil de leer. Esta escrita con un lenguaje sencillo y poético.
No llama la atención que el autor refleje a lo largo del libro una posición pacifista. Cualquiera que hubiera vivido miedo, muerte, hambre y frío en una guerra lo hubiera sido. Sorprendería que tras vivir tantas penurias en las trincheras, el autor defendiera las armas para luchar por unas ideas. ¿Y por qué no desertó entonces? Porque tocaba luchar para salvar el propio pellejo, enterrar a los compañeros muertos, seguir.
La novela es amena pese a ser bastante descriptiva. Y no se queda en las descripciones de los escenarios de la guerra sino que también nos habla de la posguerra. De ese joven que ya tiene 21 años, tres más que cuando se jugaba la vida en las trincheras.
recomiendo esta novela. Es emotiva, triste, pero esperanzadora pro lo que tiene de antibelicista, cosa que llama la atención si tienes en cuenta que fue escrita en el año 1929. No me extraña que los nazis la hubieran censurado en su día.
El protagonista se nos presenta como un joven decepcionado tras lo vivido en el frente. Es totalmente contrario a la guerra. En la novela está muy bien caracterizado más que por lo que cuenta de sí por lo que cuenta de lo que le tocó vivir en el frente.
El autor describe con todo detalle la guerra de trincheras. Es una guerra distinta a las anteriores formas de batallar, mucho más destructiva. Nos habla de ametralladoras, de gases, de tanques, de la participación de los primeros aviones en las batallas. Nos cuenta como los soldados supervivientes quedaron tocados psicológicamente. Nos habla de un perdida bajo el fuego de las armas.
Pero yo me quedo con el compañerismo, con el buen rollo entre jóvenes condenados a morir. Para mí fue lo mejor del libro. Una reconciliación con el género humano, capaz de lo peor y también de lo mejor. Ves como los soldados de las trincheras se permiten pequeños ratos de ocio, de desconectar de su trágico destino.
Me parece esta novela una de las mejores novelas antibelicistas que hay. Es muy emotiva y tiene descripciones tan crudas como maravillosas por como las cuenta el autor. como he dicho, utiliza un lenguaje lleno de poesía en muchos párrafos.
LA TORMENTA (por Vladimir Nabokov)
CUENTO LA TORMENTA (por Vladimir Nabokov)
En la esquina de una calle cualquiera de Berlín oeste, bajo el dosel de un tilo en plena floración, me vi envuelto en una ardiente fragancia. Masas de niebla ascendían en el cielo nocturno y, cuando el último hueco de estrellas fue absorbido en ellas, el viento, ese fantasma ciego, cubriéndose el rostro con las mangas, barrió la calle desierta. En la oscuridad mate, sobre los postigos de hierro de una barbería, su escudo colgante —una bacía de plata— empezó a oscilar como un péndulo.
Llegué a casa y me encontré con que el viento me estaba esperando en la habitación: golpeaba el marco de la ventana... pero en cuanto cerré la puerta tras de mí, escenificó un reflujo inmediato. Bajo mi ventana había un patio profundo donde, durante el día, las camisas, crucificadas en tendederos radiantes por el sol, brillaban a través de los macizos de lilas. De aquel patio surgían de vez en cuando voces de todo tipo: el ladrido melancólico de los traperos o de los que compraban botellas vacías; a veces, el lamento de un violín lisiado y, en una ocasión, una rubia obesa se colocó en el centro del patio y rompió a cantar una canción tan hermosa que las muchachas se asomaron a todas las ventanas, doblando sus cuellos desnudos. Luego, cuando hubo acabado, se produjo un momento de una quietud extraordinaria, sólo se oyó a mi patrona, una viuda desaliñada, que empezó a gemir y a sonarse la nariz en el pasillo.
Ahora, en aquel patio iba creciendo una penumbra sofocante; luego, el ciego viento, que se había deslizado impotente hasta la profundidad del patio, retomó sus fuerzas, comenzó a alzarse hacia las alturas y, repentinamente, ocupó todo el lugar, sin dejar de subir, en las aberturas ámbar de la pared negra de enfrente, empezaron a aparecer como flechas las siluetas de brazos y de cabezas despeinadas que trataban de alcanzar las ventanas abiertas que el viento disparaba, para cerrar ruidosamente sus postigos y sujetarlos firmemente. Las luces se apagaron. Justo después, la avalancha de un ruido sordo, el ruido del trueno distante, se puso en movimiento, e inició su marcha avasalladora a través del cielo de oscuro violeta. Y, de nuevo, todo se quedó parado y en silencio como se había quedado cuando la mujer acabó su canción, las manos apretadas contra sus amplios senos.
En este silencio me quedé dormido, exhausto por la felicidad de mi día, una felicidad que no puedo describir por escrito, y mi sueño estuvo lleno de ti.
Me desperté porque la noche había comenzado a romperse en pedazos. Un resplandor pálido y salvaje volaba por el cielo como un rápido reflejo de radios colosales. El cielo se rasgaba en un estrépito tras otro. La lluvia caía en un flujo espacioso y sonoro.
Yo estaba embriagado por aquellos temblores azulados, por el frío volátil y agudo. Me encaramé al alféizar mojado de la ventana y respiré el aire sobrenatural, que hizo vibrar mi corazón como un cristal.
Más cerca todavía, de forma más grandiosa aún, el carro del profeta rodaba con estrépito a través de las nubes. La luz de la locura, de las visiones penetrantes, iluminaba el mundo nocturno, las pendientes metálicas de los tejados, los volátiles macizos de lilas. El dios del trueno, un gigante de pelo blanco con una barba furiosa, al viento sobre su espalda, vestido con los pliegues flameantes de un ropaje deslumbrante, se erguía, sacando pecho en su carro de fuego, frenando con brazos tensos a sus enormes corceles, negros como la pez y con crines como un relámpago violeta. Habían conseguido escapar al control de su amo, dispersaban chispas de espuma crujiente, el carro estaba a punto de volcar, y el arrebolado profeta tiraba en vano de las riendas. Tenía el rostro descompuesto por el viento y por el esfuerzo; el remolino, haciendo volar los pliegues de su túnica, dejó al descubierto una poderosa rodilla; los corceles movían sus crines llameantes y galopaban más y más violentamente en un vertiginoso descenso por las nubes. Luego, con cascos de trueno, se lanzaron a través de un tejado brillante; el carro daba bandazos, Elias se tambaleó, y los corceles, enloquecidos al contacto con el metal mortal, volvieron a saltar hacia el cielo. El profeta salió despedido. Una rueda se soltó. Desde mi ventana vi cómo su enorme aro de fuego caía sobre un tejado, cómo vacilaba al borde del mismo hasta caer finalmente en la oscuridad, mientras que los corceles, tirando del carro volcado, ya alcanzaban al galope las nubes más altas; el retumbar cesó, y el resplandor tormentoso se desvaneció en abismos lívidos.
El dios del trueno, que había caído en un tejado, se levantó pesadamente. Se resbalaba con aquellas sandalias; rompió la ventana de un dormitorio con el pie, gruñó, y con un movimiento de su brazo se agarró a una chimenea para sostenerse. Lentamente giró su rostro enfurecido mientras sus ojos buscaban algo —probablemente la rueda que se había desprendido volando de su eje dorado. Luego miró hacia arriba, con los dedos enganchados en su rizada barba, movió la cabeza enfadado —ésta no era probablemente la primera vez que esto le sucedía— y, cojeando ligeramente, empezó a descender con cautela.
Todo excitado conseguí arrancarme de la ventana, corrí a ponerme la bata y bajé a toda prisa la empinada escalera hasta el patio. La tormenta había pasado pero todavía permanecía en el aire una ráfaga de lluvia. Hacia el este una palidez exquisita iba invadiendo el cielo.
El patio, que desde arriba parecía rebosar de densa oscuridad, no albergaba, en realidad, más que una delicada niebla que ya se estaba fundiendo. En el macizo de césped central, oscurecido por la humedad, había un anciano magro, encorvado, vestido con una bata empapada, que no hacía más que murmurar entre dientes y mirar en torno suyo. Al verme, cerró los ojos enfadado y me dijo: «¿Eres tú, Eliseo?».
Yo le saludé. El profeta chasqueó la lengua sin dejar de rascarse la calva.
—He perdido una rueda. Búscamela, ¿quieres?
La lluvia ya había cesado por completo. Unas nubes enormes del color de las llamas se habían agrupado encima de los tejados. Los macizos, la valla, la brillante caseta del perro, flotaban en el aire azulado y soñoliento que nos rodeaba. Buscamos durante mucho tiempo en distintos rincones. El anciano no dejaba de gruñir, subiéndose los faldones de su pesada túnica, salpicándose al pasar por los charcos con sus sandalias, y una gota brillante le colgaba de su gran nariz huesuda. Al hacer a un lado un pequeño macizo de lilas, vi, en un montón de basura, entre cristales rotos una rueda de perfil estrecho que debía haber pertenecido al coche de un niño pequeño. El anciano expresó un gran alivio tras de mí. Presuroso, casi bruscamente, me hizo a un lado y me arrebató el herrumbroso aro. Con un guiño alegre dijo: «Así es que rodó hasta aquí».
Y entonces se me quedó mirando, sus cejas blancas se unieron en un gesto de descontento, y como si se hubiera acordado de algo, dijo con voz impresionante: «Vuélvete de espaldas, Eliseo».
Obedecí, incluso cerré los ojos al hacerlo. Me quedé así durante unos minutos más o menos, pero luego ya no pude controlar mi curiosidad.
El patio estaba vacío, a excepción del viejo perro desgreñado con su hocico canoso que había sacado la cabeza de su caseta y miraba hacia arriba, como una persona, con ojos asustados. Yo también alcé la vista. Elias se había abierto camino hasta el tejado, con el aro de hierro brillando en su espalda. Sobre las chimeneas negras se perfilaba una nube de aurora como si fuera una montaña de tonos naranja, y más allá, una segunda y una tercera. El perro, acallado, y yo observamos juntos cómo el profeta que había alcanzado la cresta del tejado, se alzaba sin precipitación y con toda su calma a la nube y cómo continuaba subiendo pisando pesadamente por masas de suave fuego...
Los rayos de sol alcanzaron su rueda y se convirtió al momento en algo grande y dorado, y también Elias parecía ahora como si estuviera vestido de llamas, que se mezclaban con la nube del paraíso sobre la que seguía caminando siempre más arriba hasta desaparecer en la garganta gloriosa del cielo.
Y el perro decrépito esperó a ese preciso momento para romper su silencio con el ladrido ronco de la mañana. Pequeñas olas cruzaban la superficie brillante de uno de los charcos dejados por la lluvia. La ligera brisa agitaba los geranios de los balcones. Dos o tres ventanas se despertaron. Corrí sin quitarme mis zapatillas empapadas ni mi vieja bata hasta la calle para tomar el primer tranvía que pasara, y levantándome los faldones de la bata, sin parar de reírme de mí mismo mientras corría, me imaginé que, dentro de unos momentos, estaría en tu casa y te empezaría a contar el accidente aéreo de aquella noche y la historia del profeta enfadado que cayó en el patio de mi casa.
En la esquina de una calle cualquiera de Berlín oeste, bajo el dosel de un tilo en plena floración, me vi envuelto en una ardiente fragancia. Masas de niebla ascendían en el cielo nocturno y, cuando el último hueco de estrellas fue absorbido en ellas, el viento, ese fantasma ciego, cubriéndose el rostro con las mangas, barrió la calle desierta. En la oscuridad mate, sobre los postigos de hierro de una barbería, su escudo colgante —una bacía de plata— empezó a oscilar como un péndulo.
Llegué a casa y me encontré con que el viento me estaba esperando en la habitación: golpeaba el marco de la ventana... pero en cuanto cerré la puerta tras de mí, escenificó un reflujo inmediato. Bajo mi ventana había un patio profundo donde, durante el día, las camisas, crucificadas en tendederos radiantes por el sol, brillaban a través de los macizos de lilas. De aquel patio surgían de vez en cuando voces de todo tipo: el ladrido melancólico de los traperos o de los que compraban botellas vacías; a veces, el lamento de un violín lisiado y, en una ocasión, una rubia obesa se colocó en el centro del patio y rompió a cantar una canción tan hermosa que las muchachas se asomaron a todas las ventanas, doblando sus cuellos desnudos. Luego, cuando hubo acabado, se produjo un momento de una quietud extraordinaria, sólo se oyó a mi patrona, una viuda desaliñada, que empezó a gemir y a sonarse la nariz en el pasillo.
Ahora, en aquel patio iba creciendo una penumbra sofocante; luego, el ciego viento, que se había deslizado impotente hasta la profundidad del patio, retomó sus fuerzas, comenzó a alzarse hacia las alturas y, repentinamente, ocupó todo el lugar, sin dejar de subir, en las aberturas ámbar de la pared negra de enfrente, empezaron a aparecer como flechas las siluetas de brazos y de cabezas despeinadas que trataban de alcanzar las ventanas abiertas que el viento disparaba, para cerrar ruidosamente sus postigos y sujetarlos firmemente. Las luces se apagaron. Justo después, la avalancha de un ruido sordo, el ruido del trueno distante, se puso en movimiento, e inició su marcha avasalladora a través del cielo de oscuro violeta. Y, de nuevo, todo se quedó parado y en silencio como se había quedado cuando la mujer acabó su canción, las manos apretadas contra sus amplios senos.
En este silencio me quedé dormido, exhausto por la felicidad de mi día, una felicidad que no puedo describir por escrito, y mi sueño estuvo lleno de ti.
Me desperté porque la noche había comenzado a romperse en pedazos. Un resplandor pálido y salvaje volaba por el cielo como un rápido reflejo de radios colosales. El cielo se rasgaba en un estrépito tras otro. La lluvia caía en un flujo espacioso y sonoro.
Yo estaba embriagado por aquellos temblores azulados, por el frío volátil y agudo. Me encaramé al alféizar mojado de la ventana y respiré el aire sobrenatural, que hizo vibrar mi corazón como un cristal.
Más cerca todavía, de forma más grandiosa aún, el carro del profeta rodaba con estrépito a través de las nubes. La luz de la locura, de las visiones penetrantes, iluminaba el mundo nocturno, las pendientes metálicas de los tejados, los volátiles macizos de lilas. El dios del trueno, un gigante de pelo blanco con una barba furiosa, al viento sobre su espalda, vestido con los pliegues flameantes de un ropaje deslumbrante, se erguía, sacando pecho en su carro de fuego, frenando con brazos tensos a sus enormes corceles, negros como la pez y con crines como un relámpago violeta. Habían conseguido escapar al control de su amo, dispersaban chispas de espuma crujiente, el carro estaba a punto de volcar, y el arrebolado profeta tiraba en vano de las riendas. Tenía el rostro descompuesto por el viento y por el esfuerzo; el remolino, haciendo volar los pliegues de su túnica, dejó al descubierto una poderosa rodilla; los corceles movían sus crines llameantes y galopaban más y más violentamente en un vertiginoso descenso por las nubes. Luego, con cascos de trueno, se lanzaron a través de un tejado brillante; el carro daba bandazos, Elias se tambaleó, y los corceles, enloquecidos al contacto con el metal mortal, volvieron a saltar hacia el cielo. El profeta salió despedido. Una rueda se soltó. Desde mi ventana vi cómo su enorme aro de fuego caía sobre un tejado, cómo vacilaba al borde del mismo hasta caer finalmente en la oscuridad, mientras que los corceles, tirando del carro volcado, ya alcanzaban al galope las nubes más altas; el retumbar cesó, y el resplandor tormentoso se desvaneció en abismos lívidos.
El dios del trueno, que había caído en un tejado, se levantó pesadamente. Se resbalaba con aquellas sandalias; rompió la ventana de un dormitorio con el pie, gruñó, y con un movimiento de su brazo se agarró a una chimenea para sostenerse. Lentamente giró su rostro enfurecido mientras sus ojos buscaban algo —probablemente la rueda que se había desprendido volando de su eje dorado. Luego miró hacia arriba, con los dedos enganchados en su rizada barba, movió la cabeza enfadado —ésta no era probablemente la primera vez que esto le sucedía— y, cojeando ligeramente, empezó a descender con cautela.
Todo excitado conseguí arrancarme de la ventana, corrí a ponerme la bata y bajé a toda prisa la empinada escalera hasta el patio. La tormenta había pasado pero todavía permanecía en el aire una ráfaga de lluvia. Hacia el este una palidez exquisita iba invadiendo el cielo.
El patio, que desde arriba parecía rebosar de densa oscuridad, no albergaba, en realidad, más que una delicada niebla que ya se estaba fundiendo. En el macizo de césped central, oscurecido por la humedad, había un anciano magro, encorvado, vestido con una bata empapada, que no hacía más que murmurar entre dientes y mirar en torno suyo. Al verme, cerró los ojos enfadado y me dijo: «¿Eres tú, Eliseo?».
Yo le saludé. El profeta chasqueó la lengua sin dejar de rascarse la calva.
—He perdido una rueda. Búscamela, ¿quieres?
La lluvia ya había cesado por completo. Unas nubes enormes del color de las llamas se habían agrupado encima de los tejados. Los macizos, la valla, la brillante caseta del perro, flotaban en el aire azulado y soñoliento que nos rodeaba. Buscamos durante mucho tiempo en distintos rincones. El anciano no dejaba de gruñir, subiéndose los faldones de su pesada túnica, salpicándose al pasar por los charcos con sus sandalias, y una gota brillante le colgaba de su gran nariz huesuda. Al hacer a un lado un pequeño macizo de lilas, vi, en un montón de basura, entre cristales rotos una rueda de perfil estrecho que debía haber pertenecido al coche de un niño pequeño. El anciano expresó un gran alivio tras de mí. Presuroso, casi bruscamente, me hizo a un lado y me arrebató el herrumbroso aro. Con un guiño alegre dijo: «Así es que rodó hasta aquí».
Y entonces se me quedó mirando, sus cejas blancas se unieron en un gesto de descontento, y como si se hubiera acordado de algo, dijo con voz impresionante: «Vuélvete de espaldas, Eliseo».
Obedecí, incluso cerré los ojos al hacerlo. Me quedé así durante unos minutos más o menos, pero luego ya no pude controlar mi curiosidad.
El patio estaba vacío, a excepción del viejo perro desgreñado con su hocico canoso que había sacado la cabeza de su caseta y miraba hacia arriba, como una persona, con ojos asustados. Yo también alcé la vista. Elias se había abierto camino hasta el tejado, con el aro de hierro brillando en su espalda. Sobre las chimeneas negras se perfilaba una nube de aurora como si fuera una montaña de tonos naranja, y más allá, una segunda y una tercera. El perro, acallado, y yo observamos juntos cómo el profeta que había alcanzado la cresta del tejado, se alzaba sin precipitación y con toda su calma a la nube y cómo continuaba subiendo pisando pesadamente por masas de suave fuego...
Los rayos de sol alcanzaron su rueda y se convirtió al momento en algo grande y dorado, y también Elias parecía ahora como si estuviera vestido de llamas, que se mezclaban con la nube del paraíso sobre la que seguía caminando siempre más arriba hasta desaparecer en la garganta gloriosa del cielo.
Y el perro decrépito esperó a ese preciso momento para romper su silencio con el ladrido ronco de la mañana. Pequeñas olas cruzaban la superficie brillante de uno de los charcos dejados por la lluvia. La ligera brisa agitaba los geranios de los balcones. Dos o tres ventanas se despertaron. Corrí sin quitarme mis zapatillas empapadas ni mi vieja bata hasta la calle para tomar el primer tranvía que pasara, y levantándome los faldones de la bata, sin parar de reírme de mí mismo mientras corría, me imaginé que, dentro de unos momentos, estaría en tu casa y te empezaría a contar el accidente aéreo de aquella noche y la historia del profeta enfadado que cayó en el patio de mi casa.
miércoles, 22 de febrero de 2017
SINO NO SERIA UN DIOS
PENSANDO UN POCO EN LA VIDA Y EN LO QUE SE NOS OFRECE , DÍA A DÍA, QUE FÁCIL COMO DECÍA BUDA EL HOMBRE QUE NECESITA LA RELIGIÓN PARA SER BUENO NO ES UN BUEN HOMBRE ES UN PERRO AMAESTRADO, PORQUE EL HOMBRE NECESITA CREER EN ALGO PARA SER BUENO O CONSTRUIR COSAS BUENAS, SE DEBE HACER NO PORQUE DIOS LO MANDE SINO, PORQUE SALE DEL CORAZÓN SI LO HACEMOS PORQUE DIOS LO PIDE ES COMO SI OBEDECIÉRAMOS UN MANDATO Y DIOS NO NOS DIO EL LIBRE ALBEDRÍO ? CADA CUAL QUE HAGA SU PARECER QUE ADORE A SU DIOS PERO QUE NO SEA BUENO PORQUE LO AMAESTRARON DEBE SER BUENO SIEMPRE,NO POR MIEDO A NO IR AL CIELO, O POR TEMOR A IR AL INFIERNO, POBRE EL SOBERBIO QUE CREE QUE POR ARREPENTIRSE LUEGO DE UNA VIDA DE MALDAD Y DESENFRENO POR PEDIR PERDÓN IRA AL CIELO, Y EL POBRE QUE VIVIÓ UNA VIDA DE CONDUCTA CORRECTA Y BONOMIA; POR NO SER RELIGIOSO IRA AL INFIERNO, RIDÍCULA CONCLUCION DE LAS IGLESIAS, EL PADRE AZUL NO QUIERE ESO, DIOS PERDONA A LOS JUSTOS Y A LOS PECADORES NO CASTIGA NO DEBEMOS CREER EN UN DIOS ASI DIOS NOS AMA A TODOS CRISTIANOS, CATÓLICOS, JUDÍOS, MUSULMANES, BUDISTAS, HINDUISTAS, SINO NO SERIA UN DIOS
QUE ALEGRÍA, CUANDO ALGUIEN QUE QUEREMOS NOS DEMUESTRA SU AMOR,ES ALGO INMENSO LO QUE SIENTE EL CORAZÓN, CUANDO SENTIMOS Y PALPAMOS EL AMOR DE LOS DEMÁS HACIA NOSOTROS, ES ALGO TAN DULCE TAN RECONFORTANTE, EL AMOR DE NUESTROS HIJOS, AMIGOS, FAMILIARES, POR ESO NO DEJÉIS DE DEMOSTRAR EL AMOR A TODOS , PORQUE QUIZÁ CUANDO QUERAMOS HACERLO PUEDE SER TARDE, NUNCA DEBEMOS PERDER LA OPORTUNIDAD, DE DECIRLE A QUIEN QUEREMOS ESO MISMO, QUE LO AMAMOS, QUE LOS QUEREMOS, QUE LA VIDA SE BAZA EN EL AMOR, Y CUANDO NO DAMOS AMOR TAMPOCO LO RECIBIMOS, AMEMOS A TODOS, COMO NOS AMAMOS A NOSOTROS MISMOS, COMO DIJO UNA VEZ JESUS.
50 SOMBRAS DE GREY(mas oscuras)
BUENO COMENTAMOS ESTE DESASTRE LA VERDAD
ESTE LIBRO NO LE GUSTO A NADIE
En medio de todos los nudos retorcidos de satén que adornan "50 sombras más oscuras", ninguno vale tanto la pena desenredar como los enredados absurdos de su dominador, Christian Grey.
Es un coctel de dinero, abdominales y juguetes sexuales singularmente ridículo. "El término correcto es un sádico", dice él mismo en "Fifty Shades Darker", la segunda película de una trilogía basada en las populares novelas eróticas de E.L. James.
Grey compra sus compañías, vuela en helicópteros, sabe usar ganchos para pezones. Es como una mezcla de James Bond y Dirk Diggler, ambos guapos y sucios, pero carente de humor. Otras figuras masculinas de fantasía más plausibles incluyen a los Backstreet Boys y Roger Rabbit.
"Fifty Shades Darker" se adentra en los demonios y traumas del señor Grey, interpretado por Jamie Dornan. Gran parte de la diversión de la película es ver a Dakota Johnson, como la comparativamente normal Anastasia "Ana" Steele, tratando de actuar junto a un galán retorcido que se despierta para ejercitarse en un potro de gimnasia y que conoce a todos los peluqueros de Seattle. Ocasionalmente ella le implora que deje de comportarse tan raro, pero no lo suficiente.
Luego conocemos un poco del pasado de él y esto provoca algunos de los momentos de humor accidental más graciosos de la película. En la habitación de su infancia vemos una fotografía de un adolescente Christian frente al Taj Mahal y sorprendentemente un afiche de "The Chronicles of Riddick". El afiche queda de fondo en una importante escena y las preguntas que genera perduran mucho tiempo después. ¿Es una clave que Christian sea fan de Vin Diesel? ¿Fue un gusto pasajero o Christian — ese enigma sexual que viaja por el mundo— se siente igualmente emocionado por las siguientes entregas de "Riddick"? Realmente nunca descubriremos los misterios de Grey.
"50 sombras más oscuras", que mantiene una paleta blanca como la azucena pese al título, retoma la acción tres semanas después del final de la película anterior. Tras su separación, Christian trata de reconciliarse con Ana prometiéndole que está listo para una relación más "vainilla", luego que la violencia de sus deseos carnales la asustaran. "Quiero renegociar los términos", le dice, definitivamente hablando como un ser humano.
La pareja rápidamente regresa a sus andadas. Se ducha, se sube a elevadores, se vuelve a duchar. Las escenas de sexo son un poco más calientes y los esculturales cuerpos de Johnson y Dornan están a la altura del trabajo. Pero el punto de vista cambia un poco.
El director James Foley ("Glengarry Glen Ross", "At Close Range") tomó las riendas que dejó Sam Taylor-Johnson, quien tuvo choques con James. Mientras la autora quería que las cintas se adhirieran por completo a su, ejem, prosa, Taylor-Johnson tuvo las agallas de tratar de mejorarla y logró un éxito parcial. "Cincuenta sombras de Grey" fue mejor de lo esperado.
No se puede decir lo mismo de "50 sombras más oscuras", el tipo de película que solo hace reír por sus fallidos intentos dramáticos. No solo se reemplazó a Taylor-Johnson, el guion fue escrito por el esposo de James, Niall Leonard. Al final queda como una secuencia de simulaciones de erotismo interrumpidas con adornos de melodrama que llegan (y son rápidamente descartados) como invitados no deseados en una habitación. Un jefe abusivo (Eric Johnson) interpreta a un villano (mediocre) para el controlador Christian. Una figura del pasado (una Kim Basinger infrautilizada) le advierte a Ana que su novio sólo estará contento con una obediencia total.
Las películas han estado tan carentes de sexo en los últimos años que uno quisiera poder apoyar el erotismo ligero de "Fifty Shades". Pero Foley se ha despachado con un elemento clave de las relaciones, el jugueteo, y sofoca las escenas de sexo filmadas convencionalmente con música. Un encuentro está envuelto en uno de los afrodisiacos más cuestionables: Van Morrison.
La verdadera fuerza dominadora aquí es, como en la cinta previa, Johnson y las palpitantes fluctuaciones en el corazón de Ana. ¿Por qué entonces "Fifty Shades of Grey" le pertenece a Christian? La película no se detiene en la experiencia de Ana; ella pasa la mayor parte del filme defendiéndose de la psicología de Christian. Ana, quien trabaja en la industria editorial, dice sentirse arrastrada por Emily Bronte y Jane Austen, pero nunca la vemos leyendo un libro. Pero ella es la que debería estar en control.
La pareja rápidamente regresa a sus andadas. Se ducha, se sube a elevadores, se vuelve a duchar. Las escenas de sexo son un poco más calientes y los esculturales cuerpos de Johnson y Dornan están a la altura del trabajo. Pero el punto de vista cambia un poco.
El director James Foley ("Glengarry Glen Ross", "At Close Range") tomó las riendas que dejó Sam Taylor-Johnson, quien tuvo choques con James. Mientras la autora quería que las cintas se adhirieran por completo a su, ejem, prosa, Taylor-Johnson tuvo las agallas de tratar de mejorarla y logró un éxito parcial. "Cincuenta sombras de Grey" fue mejor de lo esperado.
No se puede decir lo mismo de "50 sombras más oscuras", el tipo de película que solo hace reír por sus fallidos intentos dramáticos. No solo se reemplazó a Taylor-Johnson, el guion fue escrito por el esposo de James, Niall Leonard. Al final queda como una secuencia de simulaciones de erotismo interrumpidas con adornos de melodrama que llegan (y son rápidamente descartados) como invitados no deseados en una habitación. Un jefe abusivo (Eric Johnson) interpreta a un villano (mediocre) para el controlador Christian. Una figura del pasado (una Kim Basinger infrautilizada) le advierte a Ana que su novio sólo estará contento con una obediencia total.
Las películas han estado tan carentes de sexo en los últimos años que uno quisiera poder apoyar el erotismo ligero de "Fifty Shades". Pero Foley se ha despachado con un elemento clave de las relaciones, el jugueteo, y sofoca las escenas de sexo filmadas convencionalmente con música. Un encuentro está envuelto en uno de los afrodisiacos más cuestionables: Van Morrison.
La verdadera fuerza dominadora aquí es, como en la cinta previa, Johnson y las palpitantes fluctuaciones en el corazón de Ana. ¿Por qué entonces "Fifty Shades of Grey" le pertenece a Christian? La película no se detiene en la experiencia de Ana; ella pasa la mayor parte del filme defendiéndose de la psicología de Christian. Ana, quien trabaja en la industria editorial, dice sentirse arrastrada por Emily Bronte y Jane Austen, pero nunca la vemos leyendo un libro. Pero ella es la que debería estar en control.
martes, 21 de febrero de 2017
EL RETRATO OVAL(Edgar Alan Poe)
EL RETRATO OVAL
Edgar Allan Poe (Estados Unidos, 1808-1849)
El castillo al cual mi criado se había atrevido a entrar por la fuerza entes de permitir que, gravemente herido como estaba, pasara yo la noche al aire libre, era una de esas construcciones en las que se mezclan la lobreguez y la grandeza, y que durante largo tiempo se han alzado cejijuntas en los Apeninos, tan ciertas en la realidad como en la imaginación de mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recién abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en uno de los aposentos más pequeños y menos suntuosos. Hallábase en una apartada torre del edificio; sus decoraciones eran ricas, pero ajadas y viejas. Colgaban tapices de las paredes, que engalanaban cantidad y variedad de trofeos heráldicos, así como un número insólitamente grande de vivaces pinturas modernas en marcos con arabescos de oro. Aquellas pinturas, no solamente emplazadas a lo largo de las paredes sino en diversos nichos que la extraña arquitectura del castillo exigía, despertaron profundamente mi interés, quizá a causa de mi incipiente delirio; ordené, por tanto, a Pedro que cerrara las pesadas persianas del aposento -pues era ya de noche-, que encendiera las bujías de un alto candelabro situado a la cabecera de mi lecho y descorriera de par en par las orladas cortinas de terciopelo negro que envolvían la cama. Al hacerlo así deseaba entregarme, si no al sueño, por lo menos a la alternada contemplación de las pinturas y al examen de un pequeño volumen que habíamos encontrado sobre la almohada y que contenía la descripción y la crítica de aquéllas.
Mucho, mucho leí… e intensa, intensamente miré. Rápidas y brillantes volaron las horas, hasta llegar la profunda media noche. La posición del candelabro me molestaba, pero, para no incomodar a mi amodorrado sirviente, alargué con dificultad la mano y lo coloqué de manera que su luz cayera directamente sobre el libro.
El cambio, empero, produjo un efecto por completo inesperado. Los rayos de las numerosas bujías (pues eran muchas) cayeron en un nicho del aposento que una de las columnas del lecho había mantenido hasta ese momento en la más profunda sombra. Pude ver así, vívidamente, una pintura que me había pasado inadvertida. Era el retrato de una joven que empezaba ya a ser mujer. Miré presurosamente su retrato, y cerré los ojos. Al principio no alcancé a comprender por qué lo había hecho. Pero mientras mis párpados continuaban cerrados, cruzó por mi mente la razón de mi conducta. Era un movimiento impulsivo a fin de ganar tiempo para pensar, para asegurarme de que mi visión no me había engañado, para calmar y someter mi fantasía antes de otra contemplación más serena y más segura. Instantes después volví a mirar fijamente la pintura.
Ya no podía ni quería dudar de qué estaba viendo bien, puesto que el primer destello de las bujías sobre aquella tela había disipado la soñolienta modorra que pesaba sobre mis sentidos, devolviéndome al punto a la vigilia.
Como ya he dicho, el retrato representaba una mujer joven. Sólo abarcaba la cabeza y los hombros, pintados de la manera que técnicamente se denominavignette, y que se parecía mucho al estilo de las cabezas de Sully. Los brazos, el seno y hasta los extremos del radiante cabello se mezclaban imperceptiblemente en la vaga pero profunda sombra que formaba el fondo del retrato. El marco era oval, ricamente dorado y afiligranado en estilo morisco. Como objeto de arte, nada podía ser tan admirable como aquella pintura. Pero lo que me había emocionado de manera tan súbita y vehemente no era la ejecución de la obra, ni la inmortal belleza del retrato. Menos aún cabía pensar que mi fantasía, arrancada de su semisueño, hubiera confundido aquella cabeza con la de una persona viviente. Inmediatamente vi que las peculiaridades del diseño, de la vignette y del marco tenían que haber repelido semejante idea, impidiendo incluso que persistiera un solo instante. Pensando intensamente en todo eso, quedeme tal vez una hora, a medias sentado, a medias reclinado, con los ojos fijos en el retrato. Por fin, satisfecho del verdadero secreto de su efecto, me dejé caer hacia atrás en el lecho. Había descubierto que el hechizo del cuadro residía en una absoluta posibilidad de vida en su expresión que, sobresaltándome al comienzo, terminó por confundirme, someterme y aterrarme. Con profundo y reverendo respeto, volví a colocar el candelabro en su posición anterior. Alejada así de mi vista la causa de mi honda agitación, busqué vivamente el volumen que se ocupaba de las pinturas y su historia. Abriéndolo en el número que designaba al retrato oval, leí en él las vagas y extrañas palabras que siguen.
“Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la hora en que vio y amó y desposó al pintor. Él, apasionado, estudioso, austero, tenía ya una prometida con el Arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo; amándolo y mimándolo, y odiando tan sólo al Arte, que era su rival; temiendo tan sólo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oírle hablar al pintor de su deseo de retratarla. Pero era humilde y obediente, y durante muchas semanas posó dócilmente en el oscuro y elevado aposento de la torre, donde sólo desde lo alto caía la luz sobre la pálida tela. Mas él, el pintor, gloriábase de su trabajo que avanzaba hora a hora y día a día. Y era un hombre apasionado, violento y taciturno, que se perdía en sus ensueños; tanto, que no quería ver cómo esa luz que entraba, lívida, en la torre solitaria, marchitaba la salud y la vivacidad de su esposa, que se consumía a la vista de todos salvo de la suya. Mas ella seguía sonriendo sin exhalar queja alguna, pues veía que el pintor, cuya nombradía era alta, trabajaba con un placer fervoroso y ardiente, bregando noche y día para pintar a aquélla que tanto le amaba y que, sin embargo, seguía cada vez más desanimada y débil. Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquélla a quien representaba de manera tan insuperable. Pero, a la larga, a medida que el trabajo se acercaba a su conclusión, nadie fue admitido ya en la torre, pues el pintor habíase exaltado en el ardor de su trabajo y apenas si apartaba los ojos de la tela, ni siquiera para mirar el rostro de su esposa. Y no quería ver que los tintes que esparcía en la tela eran extraídos de las mejillas de aquella mujer sentada a su lado. Y cuando pasaron muchas semanas y poco quedaba por hacer, salvo una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el espíritu de la dama osciló, vacilante como la llama en el tubo de la lámpara. Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedó en trance frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: “Ciertamente ésta es la Vida misma”. Y volviose de improviso para mirar a su amada. ¡Estaba muerta!”.
LA MARIONETA DE TRAPO (Gabriel Garcia Marquez)
La marioneta de trapo
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate…
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.
A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo...
MIS OJOS
Desesperados mis ojos, buscaron tu mirada,
tus ojos; lagos brillantes en un mundo sin mañana.
Mi mundo sin mañana,
sin vos no hay nada,
mi cuerpo se parte en un acongojado aullido.
Que hacer sin tenerte a mi lado,
mis ojos te buscaron, pero no viste nada.
No viste la locura en mis ojos inyectados,
no viste mi silencio, de dolor desesperado,
que triste te vas........
Y no importa si hay culpable,
y no importa si fallamos,
lo intentamos , si lo intentamos,
pero la tristeza mustia de los dias sin sentido,
nos mostró el lúgubre camino del futuro,
sin un solo destino,
y no me viste tus ojos ofuscados no me ven,
no ven que ya mi vida se acaba,
no ven el rio negro que se abre a mis pies.
Mis ojos te buscaron,
pero los tuyos ya no veian nada,
y mis ojos se hundieron en el rio frio y negro,
y todavia mis ojos te buscaban
Daniel Fernandez Leal.
tus ojos; lagos brillantes en un mundo sin mañana.
Mi mundo sin mañana,
sin vos no hay nada,
mi cuerpo se parte en un acongojado aullido.
Que hacer sin tenerte a mi lado,
mis ojos te buscaron, pero no viste nada.
No viste la locura en mis ojos inyectados,
no viste mi silencio, de dolor desesperado,
que triste te vas........
Y no importa si hay culpable,
y no importa si fallamos,
lo intentamos , si lo intentamos,
pero la tristeza mustia de los dias sin sentido,
nos mostró el lúgubre camino del futuro,
sin un solo destino,
y no me viste tus ojos ofuscados no me ven,
no ven que ya mi vida se acaba,
no ven el rio negro que se abre a mis pies.
Mis ojos te buscaron,
pero los tuyos ya no veian nada,
y mis ojos se hundieron en el rio frio y negro,
y todavia mis ojos te buscaban
Daniel Fernandez Leal.
CUENTOS DE MI ABUELA Y OTRAS YERBAS
No piensen que me las quiero dar de escritor, esto apenas es un desesperado intento de no olvidar mi pasado, antes que el disco duro del coco me empiece a fallar y quizás el pretensioso, deseo que alguna vez mis nietos lean las viejas historias de su abuelo bisabuelo y tataraabuelo porque no?.Que extraño debe ser hoy; época de celulares tablets y xbox, le cuento a mi hijo, que cuando gurí y porque no, joven, nos sentábamos con mi abuela alrededor de una mesa mientras mateábamos y la vieja nos contaba sus recuerdos sus historias en los pagos de Vergara, departamento de 33 . Nada de mirar el cel ni nada de eso al estar en reunión, a escuchar a la abuelita y aprender de cosas y dichos viejos, que tiempos aquellos, de respeto a los mayores, me gustaba escuchar los dichos y anécdotas, los cuentos de mi abuela, era una viejita chiquita de pelo blanco recogido, en un moño con nariz aguileña, como la de Artigas vio?, la cual yo herede para mi dicha jejeje..
Nunca supe bien porque fue pero ya ni veía tenia como unas nubes en los ojos calculo serian cataratas no se, pero ya a sus años no se preocupaba de operarse las asumía con valentía y se defendía en la vida como la mejor. Hacia ya unos años que había enviudado y vivía en el fondo de mi casa y ahí íbamos a entretenerla a veces y jugábamos a las cartas o a la lotería a pesar que apenas veía.
Nos contaba historias de su padre, que era un sastre de la cuidad de Vergara, medio caudillo del partido blanco, guapo y valentón tano el, de apellido Scarano, era un viejito petizo, y me contaba mi viejo que el ultimo recuerdo que tiene de el fue una vez que los fue a visitar viejito ya a la casa de mi abuela y que mientras almorzaban a mi viejo le llamaba la atención como le temblaba la manito , cuando llevaba la sopa a la boca de la cual casi no llegaba nada, debido esto según mi viejo a un balazo que le dieron en el brazo en sus épocas mozas.
Según mi abuela el bisabuelo era guapo y valiente, tenia una sastrería en el centro del pueblo y era amigo de todos en el pago del comisario el doctor etc, partidario de Herrera se dice que participo varias veces con el en actos y fiestas en Treinta y Tres y Vergara, mi abuela contaba que alcanzo a ver, como en tiempos de la guerra de los partidos mi bisabuelo acogía y escondía fugitivos blancos que eran perseguidos por los colorados por los campos.
Pero volviendo a la historia de mi bisabuelo, cuentan que un día llego al pueblo un circo de esos itinerantes que viajaban por todo el interior, y el bisabuelo fue, cuenta la historia que quedo prendado de la trapecista del circo una francesa de apellido Tebenet, y el tanito bandido y querendón, se hizo con los sentimientos de la muchacha, y se quedo con ella, la “muchachita del circo” como dice el tango se afinco en Vergara.
Se ve que era culta y romántica porque a sus hijas les puso nombres sofisticados de novelas o libros que leía de estilo morisco por lo tanto mis tías abuelas y mi abuela se llamaron Loul, Zoaida, y la otra no lo recuerdo, nombres de heroínas de las novelas, lastima que para el trato diario les quedo simplemente, Negra , Coca y Chiruca, pobre bisabuela cuanto gasto de neuronas para después terminar en eso.
Pero volviendo al bisabuelo, era hombre de armas tomar y literalmente ehhh, Contaba mi abuela que en esa época como todo en los pueblos chicos habían leyendas de cosas o personas extrañas, como por ejemplo el lobizome como decía ella o los fantasmas, o los animales espíritus etc, contaba mi abuela que se rumoreaba que en una zona del pueblo donde había barracas y galpones que estaba todo medio abandonado, se decía que habían almas en pena que cuando uno iba de noche por allí los quejidos y ruidos espantosos ponían la piel de gallina, hablando sobre esto en el boliche con unas copas de mas el bisabuelo dijo que el iba a ir a ver que era eso que no le tenia miedo a ningún alma en pena y descubriría cual era el misterio, nadie quiso ir, así que el bisabuelo agarro su revolver y arranco pa la zona de las barracas.
Era una noche oscura de poca luna, y se había levantado un viento fuerte , que desparramaba polvo por todos lados, el viejo llego a la zona de las barracas , amartillo el revolver y empezó a acercarse el viento arreciaba, al llegar a una esquina se sintió un aullido rarísimo metálico y un arrastrar de cosas como si un cuerpo se deslizara por el piso, ahí el valor se le empezó a enfriar al viejo, pero caudillo como era no podía dejar que su nombre fuera vilipendiado en el pueblo como cobarde, así que empuño el revolver junto coraje y respirando hondo siguió adelante, los arrastres y aullidos se repetían , y el viejo empezó a ver que daba la casualidad que sonaban cuando el viento soplaba , y lo que todos decían que al entrar en la calle no se veía nada , lo tenia desconcertado, llego a la esquina y encomendándose a todos los santos pego la vuelta………. Y nada… no se veía nada de nada….. De pronto soplo el viento y se volvió a sentir el aullido y los arrastres , al no ver nada un poco de valor volvió al corazón del viejo y se aventuro en la calle desolada, las fachadas de las barracas parecían rostros desdentados las ventanas sin vidrios las puertas negras cerradas, semejaban bocas aullando, todo eso se le pasaba por la cabeza al viejo, siguió avanzando y los sonidos se escuchaban mas cerca.
De repente una ráfaga mas fuerte de viento soplo y el aullido fue paralizante …… estaba ahí nomás a un paso de mi bisabuelo, se arrimo un poco mas y se acuclillo junto a un muro, otra vez el viento y……… ahí estaba el alma en pena, la vio clarito a unos metros …… una chapa desprendida de una puerta , al soplar el viento raspaba contra un hierro y ese era el aullido pavoroso, jajajajja ahí el viejo suspiro y volvió a ser el guapo de toda la vida , después descubrió también que el sonido de cuerpos arrastrando, eran bolsas que colgaban de los techos y que al desprenderse con el viento, arrastraban por el suelo de madera de los porches de una antigua barraca y eso provocaba el ruido extraño misterio resuelto , arranco pal pueblo. Cuando contó lo sucedido todo el gauchaje del bar arranco pa las barracas y comprobaron que era cierto y de ahí en adelante el bisabuelo paso a ser de los mas respetados del pueblo.
Pero como esta historia con final feliz ay otras que o tienen explicación, contaba mi abuela que una conocida de ella que vivía en las afueras del pago, una noche sentia que la llamaban y la llamaban…. Lauraaaaa, Lauraaaaa, ella estaba sola con su cachorrito su marido no se hallaba allí, había salido a tropear unos caballos hasta la frontera con Brasil por lo tanto el no era, se asomo por la rendija de la puerta y no vio nada, se atranco mas todavía y se encomendó a los santos, de pronto sonaron unos golpes fuertes en la puerta se corrió hasta el fondo del cuarto agarro a su niño y se armo con un cuchillo de su cocina, los golpes se repetían hasta que finalmente cesaron, y todo quedo en silencio, temblando se animo a acercarse a la puerta, todo era silencio, finalmente se animo a mirar por la rendija de las tablas que estaban mal cerradas en su puerta, y con el alma helada lo único que vio fue un inmenso perro que se alejaba de su rancho, enorme, raro, no era como un perro de los que merodeaban por el campo de su chacra, mi abuela dice con toda seguridad que era un lobizome , que se arrimo a su casa vaya a saber con que intenciones pero eso quedara en el recuerdo del imaginario del pueblo, nunca mas se supo del perro enorme y raro……
Ya que estamos en esta onda de cuentos de misterio mi abuelo el papa de mi viejo, era un hombre de campo con estancia en las afueras de Vergara, estaba acostumbrado a pasar a campo, solo con su caballo, un hermoso pingo con los herrajes en plata y oro foto que estuvo en el aparador de mi abuela hasta que se mudo del fondo de mi casa y nunca mas supimos de ella, mi padre siempre la añoraba, contaba mi abuelo que cierta noche tropeando por el rió , en plena noche oscura se le apareció por el camino un perrito pequeñito, negrito y se le arrimo al recado , mi abuelo lo acaricio y se puso a conversar con el como se hace cuando una anda solo en el campo sin nadie con quien prosear, se hizo amigo del cusquito, y como tenia que cruzar el río para volver, agarro al perrito y se subió al caballo, ya noto algo raro cuando se subió al pingo, este se puso como malo, nervioso, no quería dejarlo subir, el viejo no le dio corte, y se subió nomás y arranco pal borde del río, iba cruzando sin inconveniente cuando el perrito empezó a ponerse malo, y a mi abuelo le entro una sensación extraña, como un miedo inexplicable, sin razón, un terror que no sabia de donde provenia , luchando por sujetar al perro, este se volvió, y vio en la cara del cuzco unos ojos rojos extraños y de repente el perro desapareció, el abuelo no sabe si el perro cayo al río o si realmente desapareció, pero no lo vio nunca mas, y el miedo, y la sensación de ver algo realmente desconocido, en la oscuridad y soledad de la noche en medio del campo, fue tan grande que salio disparado, con el caballo a todo galope y no paro hasta la estancia, dejando ganado y todo en el camino, recién al tiempo, comenzó a contar esto a sus parientes, porque le daba vergüenza, decir que se había muerto de miedo por algo inexplicable, y que así quedo inexplicado, nadie le encontró razón a aquella repentina sensación de pánico y malestar que tuvo , quizás similar a lo que sintió su caballo cuando no quería dejar subir al perro?.
Estas y otras eran las historias que contaba mi abuela y si uno las extrapola, al campo debía ser muy duro escuchar estas historias en medio de los campos sin luz, en la soledad de la noche no? Porque yo las escuchaba en mi casa en pleno Montevideo y me costaba dormirme en las noches Nunca supe bien porque fue pero ya ni veía tenia como unas nubes en los ojos calculo serian cataratas no se, pero ya a sus años no se preocupaba de operarse las asumía con valentía y se defendía en la vida como la mejor. Hacia ya unos años que había enviudado y vivía en el fondo de mi casa y ahí íbamos a entretenerla a veces y jugábamos a las cartas o a la lotería a pesar que apenas veía.Nos contaba historias de su padre, que era un sastre de la cuidad de Vergara, medio caudillo del partido blanco, guapo y valentón tano el, de apellido Scarano, era un viejito petizo, y me contaba mi viejo que el ultimo recuerdo que tiene de el fue una vez que los fue a visitar viejito ya a la casa de mi abuela y que mientras almorzaban a mi viejo le llamaba la atención como le temblaba la manito , cuando llevaba la sopa a la boca de la cual casi no llegaba nada, debido esto según mi viejo a un balazo que le dieron en el brazo en sus épocas mozas.Según mi abuela el bisabuelo era guapo y valiente, tenia una sastrería en el centro del pueblo y era amigo de todos en el pago del comisario el doctor etc, partidario de Herrera se dice que participo varias veces con el en actos y fiestas en Treinta y Tres y Vergara, mi abuela contaba que alcanzo a ver, como en tiempos de la guerra de los partidos mi bisabuelo acogía y escondía fugitivos blancos que eran perseguidos por los colorados por los campos.Pero volviendo a la historia de mi bisabuelo, cuentan que un día llego al pueblo un circo de esos itinerantes que viajaban por todo el interior, y el bisabuelo fue, cuenta la historia que quedo prendado de la trapecista del circo una francesa de apellido Tebenet, y el tanito bandido y querendón, se hizo con los sentimientos de la muchacha, y se quedo con ella, la “muchachita del circo” como dice el tango se afinco en Vergara.Se ve que era culta y romántica porque a sus hijas les puso nombres sofisticados de novelas o libros que leía de estilo morisco por lo tanto mis tías abuelas y mi abuela se llamaron Loul, Zoaida, y la otra no lo recuerdo, nombres de heroínas de las novelas, lastima que para el trato diario les quedo simplemente, Negra , Coca y Chiruca, pobre bisabuela cuanto gasto de neuronas para después terminar en eso.Pero volviendo al bisabuelo, era hombre de armas tomar y literalmente ehhh, Contaba mi abuela que en esa época como todo en los pueblos chicos habían leyendas de cosas o personas extrañas, como por ejemplo el lobizome como decía ella o los fantasmas, o los animales espíritus etc, contaba mi abuela que se rumoreaba que en una zona del pueblo donde había barracas y galpones que estaba todo medio abandonado, se decía que habían almas en pena que cuando uno iba de noche por allí los quejidos y ruidos espantosos ponían la piel de gallina, hablando sobre esto en el boliche con unas copas de mas el bisabuelo dijo que el iba a ir a ver que era eso que no le tenia miedo a ningún alma en pena y descubriría cual era el misterio, nadie quiso ir, así que el bisabuelo agarro su revolver y arranco pa la zona de las barracas.Era una noche oscura de poca luna, y se había levantado un viento fuerte , que desparramaba polvo por todos lados, el viejo llego a la zona de las barracas , amartillo el revolver y empezó a acercarse el viento arreciaba, al llegar a una esquina se sintió un aullido rarísimo metálico y un arrastrar de cosas como si un cuerpo se deslizara por el piso, ahí el valor se le empezó a enfriar al viejo, pero caudillo como era no podía dejar que su nombre fuera vilipendiado en el pueblo como cobarde, así que empuño el revolver junto coraje y respirando hondo siguió adelante, los arrastres y aullidos se repetían , y el viejo empezó a ver que daba la casualidad que sonaban cuando el viento soplaba , y lo que todos decían que al entrar en la calle no se veía nada , lo tenia desconcertado, llego a la esquina y encomendándose a todos los santos pego la vuelta………. Y nada… no se veía nada de nada….. De pronto soplo el viento y se volvió a sentir el aullido y los arrastres , al no ver nada un poco de valor volvió al corazón del viejo y se aventuro en la calle desolada, las fachadas de las barracas parecían rostros desdentados las ventanas sin vidrios las puertas negras cerradas, semejaban bocas aullando, todo eso se le pasaba por la cabeza al viejo, siguió avanzando y los sonidos se escuchaban mas cerca.De repente una ráfaga mas fuerte de viento soplo y el aullido fue paralizante …… estaba ahí nomás a un paso de mi bisabuelo, se arrimo un poco mas y se acuclillo junto a un muro, otra vez el viento y……… ahí estaba el alma en pena, la vio clarito a unos metros …… una chapa desprendida de una puerta , al soplar el viento raspaba contra un hierro y ese era el aullido pavoroso, jajajajja ahí el viejo suspiro y volvió a ser el guapo de toda la vida , después descubrió también que el sonido de cuerpos arrastrando, eran bolsas que colgaban de los techos y que al desprenderse con el viento, arrastraban por el suelo de madera de los porches de una antigua barraca y eso provocaba el ruido extraño misterio resuelto , arranco pal pueblo. Cuando contó lo sucedido todo el gauchaje del bar arranco pa las barracas y comprobaron que era cierto y de ahí en adelante el bisabuelo paso a ser de los mas respetados del pueblo.Pero como esta historia con final feliz ay otras que o tienen explicación, contaba mi abuela que una conocida de ella que vivía en las afueras del pago, una noche sentia que la llamaban y la llamaban…. Lauraaaaa, Lauraaaaa, ella estaba sola con su cachorrito su marido no se hallaba allí, había salido a tropear unos caballos hasta la frontera con Brasil por lo tanto el no era, se asomo por la rendija de la puerta y no vio nada, se atranco mas todavía y se encomendó a los santos, de pronto sonaron unos golpes fuertes en la puerta se corrió hasta el fondo del cuarto agarro a su niño y se armo con un cuchillo de su cocina, los golpes se repetían hasta que finalmente cesaron, y todo quedo en silencio, temblando se animo a acercarse a la puerta, todo era silencio, finalmente se animo a mirar por la rendija de las tablas que estaban mal cerradas en su puerta, y con el alma helada lo único que vio fue un inmenso perro que se alejaba de su rancho, enorme, raro, no era como un perro de los que merodeaban por el campo de su chacra, mi abuela dice con toda seguridad que era un lobizome , que se arrimo a su casa vaya a saber con que intenciones pero eso quedara en el recuerdo del imaginario del pueblo, nunca mas se supo del perro enorme y raro……
Ya que estamos en esta onda de cuentos de misterio mi abuelo el papa de mi viejo, era un hombre de campo con estancia en las afueras de Vergara, estaba acostumbrado a pasar a campo, solo con su caballo, un hermoso pingo con los herrajes en plata y oro foto que estuvo en el aparador de mi abuela hasta que se mudo del fondo de mi casa y nunca mas supimos de ella, mi padre siempre la añoraba, contaba mi abuelo que cierta noche tropeando por el rió , en plena noche oscura se le apareció por el camino un perrito pequeñito, negrito y se le arrimo al recado , mi abuelo lo acaricio y se puso a conversar con el como se hace cuando una anda solo en el campo sin nadie con quien prosear, se hizo amigo del cusquito, y como tenia que cruzar el río para volver, agarro al perrito y se subió al caballo, ya noto algo raro cuando se subió al pingo, este se puso como malo, nervioso, no quería dejarlo subir, el viejo no le dio corte, y se subió nomás y arranco pal borde del río, iba cruzando sin inconveniente cuando el perrito empezó a ponerse malo, y a mi abuelo le entro una sensación extraña, como un miedo inexplicable, sin razón, un terror que no sabia de donde provenia , luchando por sujetar al perro, este se volvió, y vio en la cara del cuzco unos ojos rojos extraños y de repente el perro desapareció, el abuelo no sabe si el perro cayo al río o si realmente desapareció, pero no lo vio nunca mas, y el miedo, y la sensación de ver algo realmente desconocido, en la oscuridad y soledad de la noche en medio del campo, fue tan grande que salio disparado, con el caballo a todo galope y no paro hasta la estancia, dejando ganado y todo en el camino, recién al tiempo, comenzó a contar esto a sus parientes, porque le daba vergüenza, decir que se había muerto de miedo por algo inexplicable, y que así quedo inexplicado, nadie le encontró razón a aquella repentina sensación de pánico y malestar que tuvo , quizás similar a lo que sintió su caballo cuando no quería dejar subir al perro?.Estas y otras eran las historias que contaba mi abuela y si uno las extrapola, al campo debía ser muy duro escuchar estas historias en medio de los campos sin luz, en la soledad de la noche no? Porque yo las escuchaba en mi casa en pleno Montevideo y me costaba dormirme en las noches
Nunca supe bien porque fue pero ya ni veía tenia como unas nubes en los ojos calculo serian cataratas no se, pero ya a sus años no se preocupaba de operarse las asumía con valentía y se defendía en la vida como la mejor. Hacia ya unos años que había enviudado y vivía en el fondo de mi casa y ahí íbamos a entretenerla a veces y jugábamos a las cartas o a la lotería a pesar que apenas veía.Nos contaba historias de su padre, que era un sastre de la cuidad de Vergara, medio caudillo del partido blanco, guapo y valentón tano el, de apellido Scarano, era un viejito petizo, y me contaba mi viejo que el ultimo recuerdo que tiene de el fue una vez que los fue a visitar viejito ya a la casa de mi abuela y que mientras almorzaban a mi viejo le llamaba la atención como le temblaba la manito , cuando llevaba la sopa a la boca de la cual casi no llegaba nada, debido esto según mi viejo a un balazo que le dieron en el brazo en sus épocas mozas.Según mi abuela el bisabuelo era guapo y valiente, tenia una sastrería en el centro del pueblo y era amigo de todos en el pago del comisario el doctor etc, partidario de Herrera se dice que participo varias veces con el en actos y fiestas en Treinta y Tres y Vergara, mi abuela contaba que alcanzo a ver, como en tiempos de la guerra de los partidos mi bisabuelo acogía y escondía fugitivos blancos que eran perseguidos por los colorados por los campos.Pero volviendo a la historia de mi bisabuelo, cuentan que un día llego al pueblo un circo de esos itinerantes que viajaban por todo el interior, y el bisabuelo fue, cuenta la historia que quedo prendado de la trapecista del circo una francesa de apellido Tebenet, y el tanito bandido y querendón, se hizo con los sentimientos de la muchacha, y se quedo con ella, la “muchachita del circo” como dice el tango se afinco en Vergara.Se ve que era culta y romántica porque a sus hijas les puso nombres sofisticados de novelas o libros que leía de estilo morisco por lo tanto mis tías abuelas y mi abuela se llamaron Loul, Zoaida, y la otra no lo recuerdo, nombres de heroínas de las novelas, lastima que para el trato diario les quedo simplemente, Negra , Coca y Chiruca, pobre bisabuela cuanto gasto de neuronas para después terminar en eso.Pero volviendo al bisabuelo, era hombre de armas tomar y literalmente ehhh, Contaba mi abuela que en esa época como todo en los pueblos chicos habían leyendas de cosas o personas extrañas, como por ejemplo el lobizome como decía ella o los fantasmas, o los animales espíritus etc, contaba mi abuela que se rumoreaba que en una zona del pueblo donde había barracas y galpones que estaba todo medio abandonado, se decía que habían almas en pena que cuando uno iba de noche por allí los quejidos y ruidos espantosos ponían la piel de gallina, hablando sobre esto en el boliche con unas copas de mas el bisabuelo dijo que el iba a ir a ver que era eso que no le tenia miedo a ningún alma en pena y descubriría cual era el misterio, nadie quiso ir, así que el bisabuelo agarro su revolver y arranco pa la zona de las barracas.Era una noche oscura de poca luna, y se había levantado un viento fuerte , que desparramaba polvo por todos lados, el viejo llego a la zona de las barracas , amartillo el revolver y empezó a acercarse el viento arreciaba, al llegar a una esquina se sintió un aullido rarísimo metálico y un arrastrar de cosas como si un cuerpo se deslizara por el piso, ahí el valor se le empezó a enfriar al viejo, pero caudillo como era no podía dejar que su nombre fuera vilipendiado en el pueblo como cobarde, así que empuño el revolver junto coraje y respirando hondo siguió adelante, los arrastres y aullidos se repetían , y el viejo empezó a ver que daba la casualidad que sonaban cuando el viento soplaba , y lo que todos decían que al entrar en la calle no se veía nada , lo tenia desconcertado, llego a la esquina y encomendándose a todos los santos pego la vuelta………. Y nada… no se veía nada de nada….. De pronto soplo el viento y se volvió a sentir el aullido y los arrastres , al no ver nada un poco de valor volvió al corazón del viejo y se aventuro en la calle desolada, las fachadas de las barracas parecían rostros desdentados las ventanas sin vidrios las puertas negras cerradas, semejaban bocas aullando, todo eso se le pasaba por la cabeza al viejo, siguió avanzando y los sonidos se escuchaban mas cerca.De repente una ráfaga mas fuerte de viento soplo y el aullido fue paralizante …… estaba ahí nomás a un paso de mi bisabuelo, se arrimo un poco mas y se acuclillo junto a un muro, otra vez el viento y……… ahí estaba el alma en pena, la vio clarito a unos metros …… una chapa desprendida de una puerta , al soplar el viento raspaba contra un hierro y ese era el aullido pavoroso, jajajajja ahí el viejo suspiro y volvió a ser el guapo de toda la vida , después descubrió también que el sonido de cuerpos arrastrando, eran bolsas que colgaban de los techos y que al desprenderse con el viento, arrastraban por el suelo de madera de los porches de una antigua barraca y eso provocaba el ruido extraño misterio resuelto , arranco pal pueblo. Cuando contó lo sucedido todo el gauchaje del bar arranco pa las barracas y comprobaron que era cierto y de ahí en adelante el bisabuelo paso a ser de los mas respetados del pueblo.Pero como esta historia con final feliz ay otras que o tienen explicación, contaba mi abuela que una conocida de ella que vivía en las afueras del pago, una noche sentia que la llamaban y la llamaban…. Lauraaaaa, Lauraaaaa, ella estaba sola con su cachorrito su marido no se hallaba allí, había salido a tropear unos caballos hasta la frontera con Brasil por lo tanto el no era, se asomo por la rendija de la puerta y no vio nada, se atranco mas todavía y se encomendó a los santos, de pronto sonaron unos golpes fuertes en la puerta se corrió hasta el fondo del cuarto agarro a su niño y se armo con un cuchillo de su cocina, los golpes se repetían hasta que finalmente cesaron, y todo quedo en silencio, temblando se animo a acercarse a la puerta, todo era silencio, finalmente se animo a mirar por la rendija de las tablas que estaban mal cerradas en su puerta, y con el alma helada lo único que vio fue un inmenso perro que se alejaba de su rancho, enorme, raro, no era como un perro de los que merodeaban por el campo de su chacra, mi abuela dice con toda seguridad que era un lobizome , que se arrimo a su casa vaya a saber con que intenciones pero eso quedara en el recuerdo del imaginario del pueblo, nunca mas se supo del perro enorme y raro……
Ya que estamos en esta onda de cuentos de misterio mi abuelo el papa de mi viejo, era un hombre de campo con estancia en las afueras de Vergara, estaba acostumbrado a pasar a campo, solo con su caballo, un hermoso pingo con los herrajes en plata y oro foto que estuvo en el aparador de mi abuela hasta que se mudo del fondo de mi casa y nunca mas supimos de ella, mi padre siempre la añoraba, contaba mi abuelo que cierta noche tropeando por el rió , en plena noche oscura se le apareció por el camino un perrito pequeñito, negrito y se le arrimo al recado , mi abuelo lo acaricio y se puso a conversar con el como se hace cuando una anda solo en el campo sin nadie con quien prosear, se hizo amigo del cusquito, y como tenia que cruzar el río para volver, agarro al perrito y se subió al caballo, ya noto algo raro cuando se subió al pingo, este se puso como malo, nervioso, no quería dejarlo subir, el viejo no le dio corte, y se subió nomás y arranco pal borde del río, iba cruzando sin inconveniente cuando el perrito empezó a ponerse malo, y a mi abuelo le entro una sensación extraña, como un miedo inexplicable, sin razón, un terror que no sabia de donde provenia , luchando por sujetar al perro, este se volvió, y vio en la cara del cuzco unos ojos rojos extraños y de repente el perro desapareció, el abuelo no sabe si el perro cayo al río o si realmente desapareció, pero no lo vio nunca mas, y el miedo, y la sensación de ver algo realmente desconocido, en la oscuridad y soledad de la noche en medio del campo, fue tan grande que salio disparado, con el caballo a todo galope y no paro hasta la estancia, dejando ganado y todo en el camino, recién al tiempo, comenzó a contar esto a sus parientes, porque le daba vergüenza, decir que se había muerto de miedo por algo inexplicable, y que así quedo inexplicado, nadie le encontró razón a aquella repentina sensación de pánico y malestar que tuvo , quizás similar a lo que sintió su caballo cuando no quería dejar subir al perro?.Estas y otras eran las historias que contaba mi abuela y si uno las extrapola, al campo debía ser muy duro escuchar estas historias en medio de los campos sin luz, en la soledad de la noche no? Porque yo las escuchaba en mi casa en pleno Montevideo y me costaba dormirme en las noches
Nunca supe bien porque fue pero ya ni veía tenia como unas nubes en los ojos calculo serian cataratas no se, pero ya a sus años no se preocupaba de operarse las asumía con valentía y se defendía en la vida como la mejor. Hacia ya unos años que había enviudado y vivía en el fondo de mi casa y ahí íbamos a entretenerla a veces y jugábamos a las cartas o a la lotería a pesar que apenas veía.
Nos contaba historias de su padre, que era un sastre de la cuidad de Vergara, medio caudillo del partido blanco, guapo y valentón tano el, de apellido Scarano, era un viejito petizo, y me contaba mi viejo que el ultimo recuerdo que tiene de el fue una vez que los fue a visitar viejito ya a la casa de mi abuela y que mientras almorzaban a mi viejo le llamaba la atención como le temblaba la manito , cuando llevaba la sopa a la boca de la cual casi no llegaba nada, debido esto según mi viejo a un balazo que le dieron en el brazo en sus épocas mozas.
Según mi abuela el bisabuelo era guapo y valiente, tenia una sastrería en el centro del pueblo y era amigo de todos en el pago del comisario el doctor etc, partidario de Herrera se dice que participo varias veces con el en actos y fiestas en Treinta y Tres y Vergara, mi abuela contaba que alcanzo a ver, como en tiempos de la guerra de los partidos mi bisabuelo acogía y escondía fugitivos blancos que eran perseguidos por los colorados por los campos.
Pero volviendo a la historia de mi bisabuelo, cuentan que un día llego al pueblo un circo de esos itinerantes que viajaban por todo el interior, y el bisabuelo fue, cuenta la historia que quedo prendado de la trapecista del circo una francesa de apellido Tebenet, y el tanito bandido y querendón, se hizo con los sentimientos de la muchacha, y se quedo con ella, la “muchachita del circo” como dice el tango se afinco en Vergara.
Se ve que era culta y romántica porque a sus hijas les puso nombres sofisticados de novelas o libros que leía de estilo morisco por lo tanto mis tías abuelas y mi abuela se llamaron Loul, Zoaida, y la otra no lo recuerdo, nombres de heroínas de las novelas, lastima que para el trato diario les quedo simplemente, Negra , Coca y Chiruca, pobre bisabuela cuanto gasto de neuronas para después terminar en eso.
Pero volviendo al bisabuelo, era hombre de armas tomar y literalmente ehhh, Contaba mi abuela que en esa época como todo en los pueblos chicos habían leyendas de cosas o personas extrañas, como por ejemplo el lobizome como decía ella o los fantasmas, o los animales espíritus etc, contaba mi abuela que se rumoreaba que en una zona del pueblo donde había barracas y galpones que estaba todo medio abandonado, se decía que habían almas en pena que cuando uno iba de noche por allí los quejidos y ruidos espantosos ponían la piel de gallina, hablando sobre esto en el boliche con unas copas de mas el bisabuelo dijo que el iba a ir a ver que era eso que no le tenia miedo a ningún alma en pena y descubriría cual era el misterio, nadie quiso ir, así que el bisabuelo agarro su revolver y arranco pa la zona de las barracas.
Era una noche oscura de poca luna, y se había levantado un viento fuerte , que desparramaba polvo por todos lados, el viejo llego a la zona de las barracas , amartillo el revolver y empezó a acercarse el viento arreciaba, al llegar a una esquina se sintió un aullido rarísimo metálico y un arrastrar de cosas como si un cuerpo se deslizara por el piso, ahí el valor se le empezó a enfriar al viejo, pero caudillo como era no podía dejar que su nombre fuera vilipendiado en el pueblo como cobarde, así que empuño el revolver junto coraje y respirando hondo siguió adelante, los arrastres y aullidos se repetían , y el viejo empezó a ver que daba la casualidad que sonaban cuando el viento soplaba , y lo que todos decían que al entrar en la calle no se veía nada , lo tenia desconcertado, llego a la esquina y encomendándose a todos los santos pego la vuelta………. Y nada… no se veía nada de nada….. De pronto soplo el viento y se volvió a sentir el aullido y los arrastres , al no ver nada un poco de valor volvió al corazón del viejo y se aventuro en la calle desolada, las fachadas de las barracas parecían rostros desdentados las ventanas sin vidrios las puertas negras cerradas, semejaban bocas aullando, todo eso se le pasaba por la cabeza al viejo, siguió avanzando y los sonidos se escuchaban mas cerca.
De repente una ráfaga mas fuerte de viento soplo y el aullido fue paralizante …… estaba ahí nomás a un paso de mi bisabuelo, se arrimo un poco mas y se acuclillo junto a un muro, otra vez el viento y……… ahí estaba el alma en pena, la vio clarito a unos metros …… una chapa desprendida de una puerta , al soplar el viento raspaba contra un hierro y ese era el aullido pavoroso, jajajajja ahí el viejo suspiro y volvió a ser el guapo de toda la vida , después descubrió también que el sonido de cuerpos arrastrando, eran bolsas que colgaban de los techos y que al desprenderse con el viento, arrastraban por el suelo de madera de los porches de una antigua barraca y eso provocaba el ruido extraño misterio resuelto , arranco pal pueblo. Cuando contó lo sucedido todo el gauchaje del bar arranco pa las barracas y comprobaron que era cierto y de ahí en adelante el bisabuelo paso a ser de los mas respetados del pueblo.
Pero como esta historia con final feliz ay otras que o tienen explicación, contaba mi abuela que una conocida de ella que vivía en las afueras del pago, una noche sentia que la llamaban y la llamaban…. Lauraaaaa, Lauraaaaa, ella estaba sola con su cachorrito su marido no se hallaba allí, había salido a tropear unos caballos hasta la frontera con Brasil por lo tanto el no era, se asomo por la rendija de la puerta y no vio nada, se atranco mas todavía y se encomendó a los santos, de pronto sonaron unos golpes fuertes en la puerta se corrió hasta el fondo del cuarto agarro a su niño y se armo con un cuchillo de su cocina, los golpes se repetían hasta que finalmente cesaron, y todo quedo en silencio, temblando se animo a acercarse a la puerta, todo era silencio, finalmente se animo a mirar por la rendija de las tablas que estaban mal cerradas en su puerta, y con el alma helada lo único que vio fue un inmenso perro que se alejaba de su rancho, enorme, raro, no era como un perro de los que merodeaban por el campo de su chacra, mi abuela dice con toda seguridad que era un lobizome , que se arrimo a su casa vaya a saber con que intenciones pero eso quedara en el recuerdo del imaginario del pueblo, nunca mas se supo del perro enorme y raro……
Ya que estamos en esta onda de cuentos de misterio mi abuelo el papa de mi viejo, era un hombre de campo con estancia en las afueras de Vergara, estaba acostumbrado a pasar a campo, solo con su caballo, un hermoso pingo con los herrajes en plata y oro foto que estuvo en el aparador de mi abuela hasta que se mudo del fondo de mi casa y nunca mas supimos de ella, mi padre siempre la añoraba, contaba mi abuelo que cierta noche tropeando por el rió , en plena noche oscura se le apareció por el camino un perrito pequeñito, negrito y se le arrimo al recado , mi abuelo lo acaricio y se puso a conversar con el como se hace cuando una anda solo en el campo sin nadie con quien prosear, se hizo amigo del cusquito, y como tenia que cruzar el río para volver, agarro al perrito y se subió al caballo, ya noto algo raro cuando se subió al pingo, este se puso como malo, nervioso, no quería dejarlo subir, el viejo no le dio corte, y se subió nomás y arranco pal borde del río, iba cruzando sin inconveniente cuando el perrito empezó a ponerse malo, y a mi abuelo le entro una sensación extraña, como un miedo inexplicable, sin razón, un terror que no sabia de donde provenia , luchando por sujetar al perro, este se volvió, y vio en la cara del cuzco unos ojos rojos extraños y de repente el perro desapareció, el abuelo no sabe si el perro cayo al río o si realmente desapareció, pero no lo vio nunca mas, y el miedo, y la sensación de ver algo realmente desconocido, en la oscuridad y soledad de la noche en medio del campo, fue tan grande que salio disparado, con el caballo a todo galope y no paro hasta la estancia, dejando ganado y todo en el camino, recién al tiempo, comenzó a contar esto a sus parientes, porque le daba vergüenza, decir que se había muerto de miedo por algo inexplicable, y que así quedo inexplicado, nadie le encontró razón a aquella repentina sensación de pánico y malestar que tuvo , quizás similar a lo que sintió su caballo cuando no quería dejar subir al perro?.
Estas y otras eran las historias que contaba mi abuela y si uno las extrapola, al campo debía ser muy duro escuchar estas historias en medio de los campos sin luz, en la soledad de la noche no? Porque yo las escuchaba en mi casa en pleno Montevideo y me costaba dormirme en las noches Nunca supe bien porque fue pero ya ni veía tenia como unas nubes en los ojos calculo serian cataratas no se, pero ya a sus años no se preocupaba de operarse las asumía con valentía y se defendía en la vida como la mejor. Hacia ya unos años que había enviudado y vivía en el fondo de mi casa y ahí íbamos a entretenerla a veces y jugábamos a las cartas o a la lotería a pesar que apenas veía.Nos contaba historias de su padre, que era un sastre de la cuidad de Vergara, medio caudillo del partido blanco, guapo y valentón tano el, de apellido Scarano, era un viejito petizo, y me contaba mi viejo que el ultimo recuerdo que tiene de el fue una vez que los fue a visitar viejito ya a la casa de mi abuela y que mientras almorzaban a mi viejo le llamaba la atención como le temblaba la manito , cuando llevaba la sopa a la boca de la cual casi no llegaba nada, debido esto según mi viejo a un balazo que le dieron en el brazo en sus épocas mozas.Según mi abuela el bisabuelo era guapo y valiente, tenia una sastrería en el centro del pueblo y era amigo de todos en el pago del comisario el doctor etc, partidario de Herrera se dice que participo varias veces con el en actos y fiestas en Treinta y Tres y Vergara, mi abuela contaba que alcanzo a ver, como en tiempos de la guerra de los partidos mi bisabuelo acogía y escondía fugitivos blancos que eran perseguidos por los colorados por los campos.Pero volviendo a la historia de mi bisabuelo, cuentan que un día llego al pueblo un circo de esos itinerantes que viajaban por todo el interior, y el bisabuelo fue, cuenta la historia que quedo prendado de la trapecista del circo una francesa de apellido Tebenet, y el tanito bandido y querendón, se hizo con los sentimientos de la muchacha, y se quedo con ella, la “muchachita del circo” como dice el tango se afinco en Vergara.Se ve que era culta y romántica porque a sus hijas les puso nombres sofisticados de novelas o libros que leía de estilo morisco por lo tanto mis tías abuelas y mi abuela se llamaron Loul, Zoaida, y la otra no lo recuerdo, nombres de heroínas de las novelas, lastima que para el trato diario les quedo simplemente, Negra , Coca y Chiruca, pobre bisabuela cuanto gasto de neuronas para después terminar en eso.Pero volviendo al bisabuelo, era hombre de armas tomar y literalmente ehhh, Contaba mi abuela que en esa época como todo en los pueblos chicos habían leyendas de cosas o personas extrañas, como por ejemplo el lobizome como decía ella o los fantasmas, o los animales espíritus etc, contaba mi abuela que se rumoreaba que en una zona del pueblo donde había barracas y galpones que estaba todo medio abandonado, se decía que habían almas en pena que cuando uno iba de noche por allí los quejidos y ruidos espantosos ponían la piel de gallina, hablando sobre esto en el boliche con unas copas de mas el bisabuelo dijo que el iba a ir a ver que era eso que no le tenia miedo a ningún alma en pena y descubriría cual era el misterio, nadie quiso ir, así que el bisabuelo agarro su revolver y arranco pa la zona de las barracas.Era una noche oscura de poca luna, y se había levantado un viento fuerte , que desparramaba polvo por todos lados, el viejo llego a la zona de las barracas , amartillo el revolver y empezó a acercarse el viento arreciaba, al llegar a una esquina se sintió un aullido rarísimo metálico y un arrastrar de cosas como si un cuerpo se deslizara por el piso, ahí el valor se le empezó a enfriar al viejo, pero caudillo como era no podía dejar que su nombre fuera vilipendiado en el pueblo como cobarde, así que empuño el revolver junto coraje y respirando hondo siguió adelante, los arrastres y aullidos se repetían , y el viejo empezó a ver que daba la casualidad que sonaban cuando el viento soplaba , y lo que todos decían que al entrar en la calle no se veía nada , lo tenia desconcertado, llego a la esquina y encomendándose a todos los santos pego la vuelta………. Y nada… no se veía nada de nada….. De pronto soplo el viento y se volvió a sentir el aullido y los arrastres , al no ver nada un poco de valor volvió al corazón del viejo y se aventuro en la calle desolada, las fachadas de las barracas parecían rostros desdentados las ventanas sin vidrios las puertas negras cerradas, semejaban bocas aullando, todo eso se le pasaba por la cabeza al viejo, siguió avanzando y los sonidos se escuchaban mas cerca.De repente una ráfaga mas fuerte de viento soplo y el aullido fue paralizante …… estaba ahí nomás a un paso de mi bisabuelo, se arrimo un poco mas y se acuclillo junto a un muro, otra vez el viento y……… ahí estaba el alma en pena, la vio clarito a unos metros …… una chapa desprendida de una puerta , al soplar el viento raspaba contra un hierro y ese era el aullido pavoroso, jajajajja ahí el viejo suspiro y volvió a ser el guapo de toda la vida , después descubrió también que el sonido de cuerpos arrastrando, eran bolsas que colgaban de los techos y que al desprenderse con el viento, arrastraban por el suelo de madera de los porches de una antigua barraca y eso provocaba el ruido extraño misterio resuelto , arranco pal pueblo. Cuando contó lo sucedido todo el gauchaje del bar arranco pa las barracas y comprobaron que era cierto y de ahí en adelante el bisabuelo paso a ser de los mas respetados del pueblo.Pero como esta historia con final feliz ay otras que o tienen explicación, contaba mi abuela que una conocida de ella que vivía en las afueras del pago, una noche sentia que la llamaban y la llamaban…. Lauraaaaa, Lauraaaaa, ella estaba sola con su cachorrito su marido no se hallaba allí, había salido a tropear unos caballos hasta la frontera con Brasil por lo tanto el no era, se asomo por la rendija de la puerta y no vio nada, se atranco mas todavía y se encomendó a los santos, de pronto sonaron unos golpes fuertes en la puerta se corrió hasta el fondo del cuarto agarro a su niño y se armo con un cuchillo de su cocina, los golpes se repetían hasta que finalmente cesaron, y todo quedo en silencio, temblando se animo a acercarse a la puerta, todo era silencio, finalmente se animo a mirar por la rendija de las tablas que estaban mal cerradas en su puerta, y con el alma helada lo único que vio fue un inmenso perro que se alejaba de su rancho, enorme, raro, no era como un perro de los que merodeaban por el campo de su chacra, mi abuela dice con toda seguridad que era un lobizome , que se arrimo a su casa vaya a saber con que intenciones pero eso quedara en el recuerdo del imaginario del pueblo, nunca mas se supo del perro enorme y raro……
Ya que estamos en esta onda de cuentos de misterio mi abuelo el papa de mi viejo, era un hombre de campo con estancia en las afueras de Vergara, estaba acostumbrado a pasar a campo, solo con su caballo, un hermoso pingo con los herrajes en plata y oro foto que estuvo en el aparador de mi abuela hasta que se mudo del fondo de mi casa y nunca mas supimos de ella, mi padre siempre la añoraba, contaba mi abuelo que cierta noche tropeando por el rió , en plena noche oscura se le apareció por el camino un perrito pequeñito, negrito y se le arrimo al recado , mi abuelo lo acaricio y se puso a conversar con el como se hace cuando una anda solo en el campo sin nadie con quien prosear, se hizo amigo del cusquito, y como tenia que cruzar el río para volver, agarro al perrito y se subió al caballo, ya noto algo raro cuando se subió al pingo, este se puso como malo, nervioso, no quería dejarlo subir, el viejo no le dio corte, y se subió nomás y arranco pal borde del río, iba cruzando sin inconveniente cuando el perrito empezó a ponerse malo, y a mi abuelo le entro una sensación extraña, como un miedo inexplicable, sin razón, un terror que no sabia de donde provenia , luchando por sujetar al perro, este se volvió, y vio en la cara del cuzco unos ojos rojos extraños y de repente el perro desapareció, el abuelo no sabe si el perro cayo al río o si realmente desapareció, pero no lo vio nunca mas, y el miedo, y la sensación de ver algo realmente desconocido, en la oscuridad y soledad de la noche en medio del campo, fue tan grande que salio disparado, con el caballo a todo galope y no paro hasta la estancia, dejando ganado y todo en el camino, recién al tiempo, comenzó a contar esto a sus parientes, porque le daba vergüenza, decir que se había muerto de miedo por algo inexplicable, y que así quedo inexplicado, nadie le encontró razón a aquella repentina sensación de pánico y malestar que tuvo , quizás similar a lo que sintió su caballo cuando no quería dejar subir al perro?.Estas y otras eran las historias que contaba mi abuela y si uno las extrapola, al campo debía ser muy duro escuchar estas historias en medio de los campos sin luz, en la soledad de la noche no? Porque yo las escuchaba en mi casa en pleno Montevideo y me costaba dormirme en las noches
Nunca supe bien porque fue pero ya ni veía tenia como unas nubes en los ojos calculo serian cataratas no se, pero ya a sus años no se preocupaba de operarse las asumía con valentía y se defendía en la vida como la mejor. Hacia ya unos años que había enviudado y vivía en el fondo de mi casa y ahí íbamos a entretenerla a veces y jugábamos a las cartas o a la lotería a pesar que apenas veía.Nos contaba historias de su padre, que era un sastre de la cuidad de Vergara, medio caudillo del partido blanco, guapo y valentón tano el, de apellido Scarano, era un viejito petizo, y me contaba mi viejo que el ultimo recuerdo que tiene de el fue una vez que los fue a visitar viejito ya a la casa de mi abuela y que mientras almorzaban a mi viejo le llamaba la atención como le temblaba la manito , cuando llevaba la sopa a la boca de la cual casi no llegaba nada, debido esto según mi viejo a un balazo que le dieron en el brazo en sus épocas mozas.Según mi abuela el bisabuelo era guapo y valiente, tenia una sastrería en el centro del pueblo y era amigo de todos en el pago del comisario el doctor etc, partidario de Herrera se dice que participo varias veces con el en actos y fiestas en Treinta y Tres y Vergara, mi abuela contaba que alcanzo a ver, como en tiempos de la guerra de los partidos mi bisabuelo acogía y escondía fugitivos blancos que eran perseguidos por los colorados por los campos.Pero volviendo a la historia de mi bisabuelo, cuentan que un día llego al pueblo un circo de esos itinerantes que viajaban por todo el interior, y el bisabuelo fue, cuenta la historia que quedo prendado de la trapecista del circo una francesa de apellido Tebenet, y el tanito bandido y querendón, se hizo con los sentimientos de la muchacha, y se quedo con ella, la “muchachita del circo” como dice el tango se afinco en Vergara.Se ve que era culta y romántica porque a sus hijas les puso nombres sofisticados de novelas o libros que leía de estilo morisco por lo tanto mis tías abuelas y mi abuela se llamaron Loul, Zoaida, y la otra no lo recuerdo, nombres de heroínas de las novelas, lastima que para el trato diario les quedo simplemente, Negra , Coca y Chiruca, pobre bisabuela cuanto gasto de neuronas para después terminar en eso.Pero volviendo al bisabuelo, era hombre de armas tomar y literalmente ehhh, Contaba mi abuela que en esa época como todo en los pueblos chicos habían leyendas de cosas o personas extrañas, como por ejemplo el lobizome como decía ella o los fantasmas, o los animales espíritus etc, contaba mi abuela que se rumoreaba que en una zona del pueblo donde había barracas y galpones que estaba todo medio abandonado, se decía que habían almas en pena que cuando uno iba de noche por allí los quejidos y ruidos espantosos ponían la piel de gallina, hablando sobre esto en el boliche con unas copas de mas el bisabuelo dijo que el iba a ir a ver que era eso que no le tenia miedo a ningún alma en pena y descubriría cual era el misterio, nadie quiso ir, así que el bisabuelo agarro su revolver y arranco pa la zona de las barracas.Era una noche oscura de poca luna, y se había levantado un viento fuerte , que desparramaba polvo por todos lados, el viejo llego a la zona de las barracas , amartillo el revolver y empezó a acercarse el viento arreciaba, al llegar a una esquina se sintió un aullido rarísimo metálico y un arrastrar de cosas como si un cuerpo se deslizara por el piso, ahí el valor se le empezó a enfriar al viejo, pero caudillo como era no podía dejar que su nombre fuera vilipendiado en el pueblo como cobarde, así que empuño el revolver junto coraje y respirando hondo siguió adelante, los arrastres y aullidos se repetían , y el viejo empezó a ver que daba la casualidad que sonaban cuando el viento soplaba , y lo que todos decían que al entrar en la calle no se veía nada , lo tenia desconcertado, llego a la esquina y encomendándose a todos los santos pego la vuelta………. Y nada… no se veía nada de nada….. De pronto soplo el viento y se volvió a sentir el aullido y los arrastres , al no ver nada un poco de valor volvió al corazón del viejo y se aventuro en la calle desolada, las fachadas de las barracas parecían rostros desdentados las ventanas sin vidrios las puertas negras cerradas, semejaban bocas aullando, todo eso se le pasaba por la cabeza al viejo, siguió avanzando y los sonidos se escuchaban mas cerca.De repente una ráfaga mas fuerte de viento soplo y el aullido fue paralizante …… estaba ahí nomás a un paso de mi bisabuelo, se arrimo un poco mas y se acuclillo junto a un muro, otra vez el viento y……… ahí estaba el alma en pena, la vio clarito a unos metros …… una chapa desprendida de una puerta , al soplar el viento raspaba contra un hierro y ese era el aullido pavoroso, jajajajja ahí el viejo suspiro y volvió a ser el guapo de toda la vida , después descubrió también que el sonido de cuerpos arrastrando, eran bolsas que colgaban de los techos y que al desprenderse con el viento, arrastraban por el suelo de madera de los porches de una antigua barraca y eso provocaba el ruido extraño misterio resuelto , arranco pal pueblo. Cuando contó lo sucedido todo el gauchaje del bar arranco pa las barracas y comprobaron que era cierto y de ahí en adelante el bisabuelo paso a ser de los mas respetados del pueblo.Pero como esta historia con final feliz ay otras que o tienen explicación, contaba mi abuela que una conocida de ella que vivía en las afueras del pago, una noche sentia que la llamaban y la llamaban…. Lauraaaaa, Lauraaaaa, ella estaba sola con su cachorrito su marido no se hallaba allí, había salido a tropear unos caballos hasta la frontera con Brasil por lo tanto el no era, se asomo por la rendija de la puerta y no vio nada, se atranco mas todavía y se encomendó a los santos, de pronto sonaron unos golpes fuertes en la puerta se corrió hasta el fondo del cuarto agarro a su niño y se armo con un cuchillo de su cocina, los golpes se repetían hasta que finalmente cesaron, y todo quedo en silencio, temblando se animo a acercarse a la puerta, todo era silencio, finalmente se animo a mirar por la rendija de las tablas que estaban mal cerradas en su puerta, y con el alma helada lo único que vio fue un inmenso perro que se alejaba de su rancho, enorme, raro, no era como un perro de los que merodeaban por el campo de su chacra, mi abuela dice con toda seguridad que era un lobizome , que se arrimo a su casa vaya a saber con que intenciones pero eso quedara en el recuerdo del imaginario del pueblo, nunca mas se supo del perro enorme y raro……
Ya que estamos en esta onda de cuentos de misterio mi abuelo el papa de mi viejo, era un hombre de campo con estancia en las afueras de Vergara, estaba acostumbrado a pasar a campo, solo con su caballo, un hermoso pingo con los herrajes en plata y oro foto que estuvo en el aparador de mi abuela hasta que se mudo del fondo de mi casa y nunca mas supimos de ella, mi padre siempre la añoraba, contaba mi abuelo que cierta noche tropeando por el rió , en plena noche oscura se le apareció por el camino un perrito pequeñito, negrito y se le arrimo al recado , mi abuelo lo acaricio y se puso a conversar con el como se hace cuando una anda solo en el campo sin nadie con quien prosear, se hizo amigo del cusquito, y como tenia que cruzar el río para volver, agarro al perrito y se subió al caballo, ya noto algo raro cuando se subió al pingo, este se puso como malo, nervioso, no quería dejarlo subir, el viejo no le dio corte, y se subió nomás y arranco pal borde del río, iba cruzando sin inconveniente cuando el perrito empezó a ponerse malo, y a mi abuelo le entro una sensación extraña, como un miedo inexplicable, sin razón, un terror que no sabia de donde provenia , luchando por sujetar al perro, este se volvió, y vio en la cara del cuzco unos ojos rojos extraños y de repente el perro desapareció, el abuelo no sabe si el perro cayo al río o si realmente desapareció, pero no lo vio nunca mas, y el miedo, y la sensación de ver algo realmente desconocido, en la oscuridad y soledad de la noche en medio del campo, fue tan grande que salio disparado, con el caballo a todo galope y no paro hasta la estancia, dejando ganado y todo en el camino, recién al tiempo, comenzó a contar esto a sus parientes, porque le daba vergüenza, decir que se había muerto de miedo por algo inexplicable, y que así quedo inexplicado, nadie le encontró razón a aquella repentina sensación de pánico y malestar que tuvo , quizás similar a lo que sintió su caballo cuando no quería dejar subir al perro?.Estas y otras eran las historias que contaba mi abuela y si uno las extrapola, al campo debía ser muy duro escuchar estas historias en medio de los campos sin luz, en la soledad de la noche no? Porque yo las escuchaba en mi casa en pleno Montevideo y me costaba dormirme en las noches
EL PEQUEÑO VIGÍA LOMBARDO
ESTE ES UN CUENTO DE EDMUNDO DE AMICIS, ESCRITOR ITALIANO QUE DEBERÍA SER AUN, UN REFERENTE EN LA HISTORIA DIARIA, POR LOS VALORES Y LA BELLEZA DE SU PROSA ESPERO LO DISFRUTEN ES UN TROZO DEL LIBRO CORAZÓN LÉANLO SI NO HAN TENIDO LA OPORTUNIDAD.
EL PEQUEÑO VIGÍA LOMBARDO
Sábado, 26
En 1859, durante la guerra por el rescate de Lombardía, pocos días después de la batalla de Solferino y San Martino, librada por los franceses y los italianos contra los austríacos, una hermosa mañana del mes de junio, una sección de caballería de Saluzo iba hacia el enemigo por una estrecha senda solitaria; marchaba despacio y explorando el terreno atentamente. Mandaban la sección un oficial y un sargento, y todos en silencio miraban a lo lejos con los ojos fijos, preparándose para ver blanquear a cada momento, entre los árboles, las avanzadas de los adversarios. Llegaron así a cierta casita rústica, rodeada de fresnos, delante de la cual sólo había un muchacho como de doce años, que descortezaba una vara con un cuchillo para proporcionarse un bastoncillo. En una de las ventanas de la casa tremolaba al viento la bandera tricolor; dentro no había nadie: los aldeanos, izada su bandera, habían escapado de miedo a los austríacos. Apenas divisó la caballería, el muchacho tiró el bastón y se quitó la gorra. Era un hermoso niño, de rostro muy despierto, con ojos grandes y azules, los cabellos rubios y largos; estaba en mangas de camisa y mostraba el pecho desnudo.
-¿Qué haces aquí? –le preguntó el oficial, deteniendo el caballo- ¿Por qué no has huido con tu familia?
-Yo no tengo familia –respondió el muchacho-. Soy expósito. Trabajo algo al servicio de todos. Me he quedado aquí para ver la guerra.
-¿Has visto pasar a los austríacos?
-No, desde hace tres días.
El oficial se quedó un poco pensativo; se apeó del caballo y, dejando los soldados allí, vueltos hacia el enemigo, entró en la casa y subió hasta el tejado. No se alcanzaba a dominar más que un trecho de campo. “Habrá que subirse a los árboles”, pensó el oficial, y descendió. Precisamente delante de la casa se alzaba un fresno altísimo y flexible, cuya cima parecía casi mecerse en las nubes. El oficial estuvo por momentos indeciso, mirando ya al árbol, ya a los soldados; después, de pronto, preguntó al muchacho:
-¿Tienes buena vista?
-¿Yo? –respondió el muchacho-. Yo veo un gorrioncillo aunque esté a dos leguas.
-¿Sabrías subir a la cima de aquel árbol?.
-¿A la cima de aquel árbol, yo? En medio minuto me subo.
-¿Y sabrás decirme lo que ves desde allá arriba, si son soldados austríacos, nubes de polvo, fusiles que relucen, caballos…?.
-Seguro que sabré.
-¿Qué quieres por hacerme este servicio?.
-¿Qué quiero? –dijo el muchacho sonriendo-. Nada- ¡Vaya una cosa! Y después… si fuera por los “alemanes” entonces a ningún precio, ¡pero por los nuestros! ¡Si yo soy lombardo!
-Bien, súbete, pues.
-Espere que me quite los zapatos.
Se quitó los zapatos, se apretó el cinturón, echó al suelo la gorra y se abrazó al tronco del fresno.
-Pero, espera… -exclamó el oficial, haciendo el ademán de detenerlo, como si lo asaltase un temor repentino.
El muchacho se volvió a mirarlo con sus hermosos ojos azules, en actitud interrogante.
-Nada –dijo el oficial-; sube.
El muchacho empezó a trepar como un gato.
-¡Estad atentos, mirad delante de vosotros! –gritó el oficial a los soldados.
En pocos momentos el muchacho estuvo en la copa del árbol, abrazado al tronco, con las piernas entre las hojas, pero con el pecho descubierto, y su rubia cabeza resplandecía con el sol, como si fuese de oro. El oficial apenas lo veía, tan pequeño resultaba allá arriba.
-Mira hacia el frente, y muy lejos –gritó el oficial.
El chico, para ver mejor, sacó la mano derecha, que apoyaba en el árbol, y se la puso a modo de pantalla sobre los ojos.
-¿Qué ves? –preguntó el oficial.
El muchacho inclinó la cara hacia él, y haciendo tornavoz de su mano, respondió:
-Dos hombres a caballo en lo blanco del camino.
-¿A qué distancia de aquí?
-Media legua.
-¿Se mueven?
-Están parados.
-¿Qué otra cosa ves? –interrogó el oficial, después de un momento de silencio-. Mira hacia la derecha.
El chico miró y dijo:
-Cerca del cementerio, entre los árboles, hay algo que brilla; parecen bayonetas.
-¿Ves gente?
-No; estarán escondidos entre los sembrados.
En aquel momento un agudísimo silbido de bala se sintió por el aire y fue a perderse lejos, detrás de la casa.
-¡Baja! –gritó el oficial-. Te han visto. No quiero saber más. Vente ya, muchacho.
-Yo no tengo miedo –respondió el niño.
-¡Baja!… -repitió el oficial-. ¿Qué más ves a la izquierda?
El chico volvió la cabeza a la izquierda. En aquel momento otro silbido más agudo hendió los aires a menor altura. el muchacho se ocultó todo lo que pudo.
-¡Vamos! –exclamó-. ¡La han tomado conmigo!.
La bala le había pasado muy cerca.
-¡Abajo! –gritó el oficial, imperioso y colérico.
-Enseguida –respondió el chico-; pero el árbol me resguarda; no tenga usted cuidad. ¿A la izquierda quiere usted saber!.
-A la izquierda –respondió el oficial- . ¡Pero baja ya!.
-A la izquierda –gritó el niño, estirándose hacia aquella parte- donde hay una capilla, me parece ver…
Un tercer silbido pasó por lo alto, y en seguida se vio caer al muchacho, deteniéndose un punto en el tronco y en las ramas, y precipitándose después cabeza abajo con los brazos abiertos.
-¡Maldición! –gritó el oficial, acudiendo.
El chico cayó a tierra de espaldas, y quedó tendido con los brazos abiertos, boca arriba. Un reguero de sangre le fluía del pecho, a la izquierda. El sargento y dos soldados se apearon de sus caballos: el oficial se agachó y le separó la camisa. La bala le había entrado en el pulmón izquierdo.
-¡Está muerto! –exclamó el oficial.
-¡No, vive! –replicó el sargento.
-¡Ah, pobre niño, valiente muchacho! –gritó el oficial-. ¡Ánimo, ánimo!.
Pero mientras decía “ánimo” y le oprimía el pañuelo sobre la herida, el muchacho movió los ojos e inclinó la cabeza: había muerto. El oficial palideció y lo miró un momento. Después le acomodó la cabeza sobre el césped, se levantó y estuvo un rato contemplándolo. También el sargento y los dos soldados lo miraban inmóviles; los demás permanecían vueltos hacia el enemigo.
-¡Pobre muchacho! –repitió, tristemente el oficial-. ¡Pobre y valiente niño!.
Luego se acercó a la casa, quitó de la ventana la bandera tricolor y la extendió como paño fúnebre sobre el pobre muerto, dejándole la cara descubierta. El sargento acercó al lado del muerto los zapatos, la gorra, el bastoncito y el cuchillo.
Permanecieron todavía un rato, silenciosos; después el oficial se volvió al sargento y le dijo:
-Mandaremos que lo recoja la ambulancia: ha muerto como soldado, y como soldado debemos enterrarlo.
Dicho esto, dio al muerto un beso en la frente y ordenó:
-¡A caballo!.
Todos se afianzaron en las sillas, reunióse la sección y volvió a emprender su marcha.
Pocas horas después el pobre muerto tuvo los honores militares. al ponerse el sol, toda la línea de las avanzadas italianas se dirigía hacia el enemigo, y, por el mismo camino que había recorrido de mañana, marchaba ahora en dos filas un bravo batallón de cazadores, que días antes había regado valerosamente con su sangre el collado de San Martino. La noticia de la muerte del muchacho había corrido entre los soldados, antes ya de dejar el campamento. El camino, flaqueado por un arroyuelo, pasaba a pocos pasos de distancia de la casa. Cuando los primeros oficiales del batallón vieron el cuerpo exánime del muchacho tendido al pie del fresno y cubierto con la bandera tricolor, lo saludaron con sus sables, y uno de ellos se inclinó sobre la orilla del arroyo, que estaba muy florida, arrancó unas flores y las echó sobre él. Entonces todos los cazadores, conforme iban pasando, cortaban flores y las arrojaban al muerto. En pocos momentos el muchacho quedó cubierto de flores. Todos los soldados le dirigían saludos al pasar.
-¡Bravo, pequeño lombardo!.
-¡Adiós, niño!.
-¡Adiós, rubio!.
-¡Viva!.
-¡Bendito sea!.
-¡Adiós!.
Un oficial le puso su medalla al valor; otro lo besó en la frente, y las flores continuaban lloviendo sobre sus desnudos pies, sobre el pecho ensangrentado, sobre la rubia cabeza. Y él parecía dormido en la hierba, envuelto en la bandera, con el rostro pálido y casi sonriente, como si oyese aquellos saludos y estuviese contento de haber dado la vida por su patria.
EL PEQUEÑO VIGÍA LOMBARDO
Sábado, 26
En 1859, durante la guerra por el rescate de Lombardía, pocos días después de la batalla de Solferino y San Martino, librada por los franceses y los italianos contra los austríacos, una hermosa mañana del mes de junio, una sección de caballería de Saluzo iba hacia el enemigo por una estrecha senda solitaria; marchaba despacio y explorando el terreno atentamente. Mandaban la sección un oficial y un sargento, y todos en silencio miraban a lo lejos con los ojos fijos, preparándose para ver blanquear a cada momento, entre los árboles, las avanzadas de los adversarios. Llegaron así a cierta casita rústica, rodeada de fresnos, delante de la cual sólo había un muchacho como de doce años, que descortezaba una vara con un cuchillo para proporcionarse un bastoncillo. En una de las ventanas de la casa tremolaba al viento la bandera tricolor; dentro no había nadie: los aldeanos, izada su bandera, habían escapado de miedo a los austríacos. Apenas divisó la caballería, el muchacho tiró el bastón y se quitó la gorra. Era un hermoso niño, de rostro muy despierto, con ojos grandes y azules, los cabellos rubios y largos; estaba en mangas de camisa y mostraba el pecho desnudo.
-¿Qué haces aquí? –le preguntó el oficial, deteniendo el caballo- ¿Por qué no has huido con tu familia?
-Yo no tengo familia –respondió el muchacho-. Soy expósito. Trabajo algo al servicio de todos. Me he quedado aquí para ver la guerra.
-¿Has visto pasar a los austríacos?
-No, desde hace tres días.
El oficial se quedó un poco pensativo; se apeó del caballo y, dejando los soldados allí, vueltos hacia el enemigo, entró en la casa y subió hasta el tejado. No se alcanzaba a dominar más que un trecho de campo. “Habrá que subirse a los árboles”, pensó el oficial, y descendió. Precisamente delante de la casa se alzaba un fresno altísimo y flexible, cuya cima parecía casi mecerse en las nubes. El oficial estuvo por momentos indeciso, mirando ya al árbol, ya a los soldados; después, de pronto, preguntó al muchacho:
-¿Tienes buena vista?
-¿Yo? –respondió el muchacho-. Yo veo un gorrioncillo aunque esté a dos leguas.
-¿Sabrías subir a la cima de aquel árbol?.
-¿A la cima de aquel árbol, yo? En medio minuto me subo.
-¿Y sabrás decirme lo que ves desde allá arriba, si son soldados austríacos, nubes de polvo, fusiles que relucen, caballos…?.
-Seguro que sabré.
-¿Qué quieres por hacerme este servicio?.
-¿Qué quiero? –dijo el muchacho sonriendo-. Nada- ¡Vaya una cosa! Y después… si fuera por los “alemanes” entonces a ningún precio, ¡pero por los nuestros! ¡Si yo soy lombardo!
-Bien, súbete, pues.
-Espere que me quite los zapatos.
Se quitó los zapatos, se apretó el cinturón, echó al suelo la gorra y se abrazó al tronco del fresno.
-Pero, espera… -exclamó el oficial, haciendo el ademán de detenerlo, como si lo asaltase un temor repentino.
El muchacho se volvió a mirarlo con sus hermosos ojos azules, en actitud interrogante.
-Nada –dijo el oficial-; sube.
El muchacho empezó a trepar como un gato.
-¡Estad atentos, mirad delante de vosotros! –gritó el oficial a los soldados.
En pocos momentos el muchacho estuvo en la copa del árbol, abrazado al tronco, con las piernas entre las hojas, pero con el pecho descubierto, y su rubia cabeza resplandecía con el sol, como si fuese de oro. El oficial apenas lo veía, tan pequeño resultaba allá arriba.
-Mira hacia el frente, y muy lejos –gritó el oficial.
El chico, para ver mejor, sacó la mano derecha, que apoyaba en el árbol, y se la puso a modo de pantalla sobre los ojos.
-¿Qué ves? –preguntó el oficial.
El muchacho inclinó la cara hacia él, y haciendo tornavoz de su mano, respondió:
-Dos hombres a caballo en lo blanco del camino.
-¿A qué distancia de aquí?
-Media legua.
-¿Se mueven?
-Están parados.
-¿Qué otra cosa ves? –interrogó el oficial, después de un momento de silencio-. Mira hacia la derecha.
El chico miró y dijo:
-Cerca del cementerio, entre los árboles, hay algo que brilla; parecen bayonetas.
-¿Ves gente?
-No; estarán escondidos entre los sembrados.
En aquel momento un agudísimo silbido de bala se sintió por el aire y fue a perderse lejos, detrás de la casa.
-¡Baja! –gritó el oficial-. Te han visto. No quiero saber más. Vente ya, muchacho.
-Yo no tengo miedo –respondió el niño.
-¡Baja!… -repitió el oficial-. ¿Qué más ves a la izquierda?
El chico volvió la cabeza a la izquierda. En aquel momento otro silbido más agudo hendió los aires a menor altura. el muchacho se ocultó todo lo que pudo.
-¡Vamos! –exclamó-. ¡La han tomado conmigo!.
La bala le había pasado muy cerca.
-¡Abajo! –gritó el oficial, imperioso y colérico.
-Enseguida –respondió el chico-; pero el árbol me resguarda; no tenga usted cuidad. ¿A la izquierda quiere usted saber!.
-A la izquierda –respondió el oficial- . ¡Pero baja ya!.
-A la izquierda –gritó el niño, estirándose hacia aquella parte- donde hay una capilla, me parece ver…
Un tercer silbido pasó por lo alto, y en seguida se vio caer al muchacho, deteniéndose un punto en el tronco y en las ramas, y precipitándose después cabeza abajo con los brazos abiertos.
-¡Maldición! –gritó el oficial, acudiendo.
El chico cayó a tierra de espaldas, y quedó tendido con los brazos abiertos, boca arriba. Un reguero de sangre le fluía del pecho, a la izquierda. El sargento y dos soldados se apearon de sus caballos: el oficial se agachó y le separó la camisa. La bala le había entrado en el pulmón izquierdo.
-¡Está muerto! –exclamó el oficial.
-¡No, vive! –replicó el sargento.
-¡Ah, pobre niño, valiente muchacho! –gritó el oficial-. ¡Ánimo, ánimo!.
Pero mientras decía “ánimo” y le oprimía el pañuelo sobre la herida, el muchacho movió los ojos e inclinó la cabeza: había muerto. El oficial palideció y lo miró un momento. Después le acomodó la cabeza sobre el césped, se levantó y estuvo un rato contemplándolo. También el sargento y los dos soldados lo miraban inmóviles; los demás permanecían vueltos hacia el enemigo.
-¡Pobre muchacho! –repitió, tristemente el oficial-. ¡Pobre y valiente niño!.
Luego se acercó a la casa, quitó de la ventana la bandera tricolor y la extendió como paño fúnebre sobre el pobre muerto, dejándole la cara descubierta. El sargento acercó al lado del muerto los zapatos, la gorra, el bastoncito y el cuchillo.
Permanecieron todavía un rato, silenciosos; después el oficial se volvió al sargento y le dijo:
-Mandaremos que lo recoja la ambulancia: ha muerto como soldado, y como soldado debemos enterrarlo.
Dicho esto, dio al muerto un beso en la frente y ordenó:
-¡A caballo!.
Todos se afianzaron en las sillas, reunióse la sección y volvió a emprender su marcha.
Pocas horas después el pobre muerto tuvo los honores militares. al ponerse el sol, toda la línea de las avanzadas italianas se dirigía hacia el enemigo, y, por el mismo camino que había recorrido de mañana, marchaba ahora en dos filas un bravo batallón de cazadores, que días antes había regado valerosamente con su sangre el collado de San Martino. La noticia de la muerte del muchacho había corrido entre los soldados, antes ya de dejar el campamento. El camino, flaqueado por un arroyuelo, pasaba a pocos pasos de distancia de la casa. Cuando los primeros oficiales del batallón vieron el cuerpo exánime del muchacho tendido al pie del fresno y cubierto con la bandera tricolor, lo saludaron con sus sables, y uno de ellos se inclinó sobre la orilla del arroyo, que estaba muy florida, arrancó unas flores y las echó sobre él. Entonces todos los cazadores, conforme iban pasando, cortaban flores y las arrojaban al muerto. En pocos momentos el muchacho quedó cubierto de flores. Todos los soldados le dirigían saludos al pasar.
-¡Bravo, pequeño lombardo!.
-¡Adiós, niño!.
-¡Adiós, rubio!.
-¡Viva!.
-¡Bendito sea!.
-¡Adiós!.
Un oficial le puso su medalla al valor; otro lo besó en la frente, y las flores continuaban lloviendo sobre sus desnudos pies, sobre el pecho ensangrentado, sobre la rubia cabeza. Y él parecía dormido en la hierba, envuelto en la bandera, con el rostro pálido y casi sonriente, como si oyese aquellos saludos y estuviese contento de haber dado la vida por su patria.
RECUERDO DE INFANCIA
Los años se nos vienen encima , y ya no estamos tan vitales como antes y entonces, nuestra cabeza comienza a funcionar a mil, y nos comienza a llevar en un viaje , un viaje retrospectivo de recuerdos, de viejas vivencias, que ya casi no recordábamos y estaban guardadas en el cajón mas polvoriento de nuestra memoria.
Nuestra infancia aflora como si hubiera sido ayer que corríamos en la calle , atrás de una pelota, o jugábamos al golf… jajajja utilizando las veredas de todos los vecinos , y como topos, llenando de hoyos, cuanto campo verde encontrábamos que recuerdos……. ¡¡ Dios mio¡¡
No me voy a olvidar nunca los periplos en bicicleta, aquellos viajes maravillosos en los que me sentía un ciclista de carrera jajajja, . Recuerdo que los médicos habían recomendado a mis padres que me vendría muy bien tener una bicicleta para fortalecer mis piernas, pero…… en mi juventud saben lo que costaba conseguir una bici, nueva ni soñarlo, y de segunda mano mmmmm, difícil.
Pero mis viejos se pusieron en campaña, y un tio me consiguió una bici vieja que no se de quien era, y por un precio módico y quizás en cuotas también me la consiguieron.
Pah¡¡ no se imaginan lo que fue cuando la vi , era como algo maravilloso que había llegado a mi vida , era como tener el mundo al alcance de la mano, era simplemente una bici de paseo. rodado 24 creo ni recuerdo, así como tampoco recuerdo el color , es que la modifique tanto, que no se cual fue el original, al final termino de color verde.
Tengo un amigo, que a pesar que el tiempo nos alejo, fue en aquellos momentos , el compañero inseparable de mi niñez, su papa era fotógrafo de un diario de la capital, y creo que de la sección deportes por lo tanto estábamos siempre enredados en las cosas deportivas, y de ahí salio el gusto de ir a ver a la vuelta cuando pasaba cerca del barrio, de ver a los ciclistas a imitarlos no había mas que una mirada, Ariel que así se llamaba mi amigo , consiguió unos gorritos de ciclista, y ahí nomás nos sentimos los Alcántara del barrio .
No recuerdo donde conseguí un manubrio de media carrera y modifique mi bici, cada vez me sentía mas ciclista .. jejej. Cabe aclarar que en aquella época no era como ahora , para conseguir algo había que buscar muy bien , no como ahora que se encuentra todo en los super , vaya a saber como encontré ese manillar , si fue en la feria en algún cambalache no lo recuerdo.
Le saque el cubre cadena a la chiva, le saque los guardabarros y le adapte el manillar, ahora si casi parecía una chiva de carrera, no tenia tubos en las ruedas sino cubiertas comunes, pero yo me sentía el mejor ciclista del mundo.
Un día Ariel vino con la loca idea de ir a Pando. Ciudad de canelones que queda a unos cuantos quilómetros de Montevideo, ya habíamos salido a varios lados haciéndonos los ciclistas de la vuelta , por ej: al parque rivera y a la gruta de Lourdes lugares cercanos que para nosotros gurises de 13 o 14 años de aquella época era mas o menos como ir a explorar el Amazonas.
Era todo experiencias nuevas, las primeras salidas, claro que no había tanto peligro como ahora que parece todo ser mas crudo en aquella época ni nos enterábamos de nada, si era peligroso, o sino, vivíamos como se presentaba el momento, sin miedo a nada.
Preparamos todo sin decir nada a nadie, una botellita con agua , o caramagnola como le decíamos , el gorrito de ciclista, y vamos a la ruta, arrancamos de mañana temprano, que sensaciones que pasaban por nuestra mente y cuerpo, no se como explicarlo el aire era diferente, parecida que se sentía un sabor diferente en la boca , en la nariz, los pulmones recibían otro aire, no era el mismo, era como dulce, puro, con olores que nunca habíamos apreciado, que aventura¡.. comenzar a pedalear, y empezar a encontrarnos con el campo, ver y escuchar el trino de los pájaros sentir el aroma de los animales, los árboles, las flores, el sol a pleno nos daba una paliza de calor y ardor inmenso, pero…. No se sentía tal era el entusiasmo que era todo como una caricia, era el paraíso y lo estábamos disfrutando, ruta solitaria y mas ruta quilómetros y quilómetros mirando con curiosidad los mojones de cemento que nos decían cuanto faltaba, sentirnos héroes que descubrían un nuevo mundo, que lindo, que felicidad que da el ser niño y ser joven, e ir descubriendo la vida.
Nadie podrá entender que diferente es el aire, los perfumes de los viñedos las flores los campos cuando se va en una aventura asi.
Y vaya si era aventura salir a hacer ruta sin nada solo con una bici vieja sin herramientas sin teléfono para pedir auxilio sin nada solo con los corazones llenos de ganas de vivir, de descubrir el mundo, pedaleamos y pedaleamos disfrutando el viento en las bajadas que nos pegaba en el pecho y nos decía hasta cuando van a aguantar? Llegaran? Yo voy a intentar detenerlos, no los dejare llegar, pero esa caricia no era nada, comparado con el sufrimiento de los repechos, que nos taladraban las piernas, como si fueran clavos, en las pantorrillas con el esfuerzo de trepar la empinada cuesta….. y un recuerdo a los geógrafos de nuestro país que nos enseñaron en la escuela que Uruguay, es una planicie, levemente ondulada sin grandes alturas, díganle que vengan a pedalear, con 15 o 16 quilómetros encima y subir una cuesta, haber si es levemente inclinada , parece el Aconcagua, se sufre como un beduino en pleno desierto sin agua y sin camello , y mas cuando la bici no tiene cambios ni nada .
Todo el sufrimiento del viaje se compensa cuando se llega a la meta: a como explicar; como decirles lo que sentí cuando llegamos a Pando…….. uy era como haber ganado la olimpiada, era algo que se salía del pecho, que quería explotar, el cerebro gritaba lo hice lo hice , no lo podía creer había llegado, paramos en la plaza y no lograba entender que lo había realizado.
Nos sentamos en el césped de la plaza central y todo era diferente, me sentía un hombre algo había cambiado en mi , era posible si se podía; podía llegar a Pando que increíble, aquel botija con una bici de segunda, comprada para hacer un poquito de ejercicio, había llegado a Pando como si fuera un gran ciclista, quien me sacaba ese orgullo, quien me iba a decir que no era un logro, para mi era llegar el cielo, y estaba orgulloso de haberlo logrado.
Luego venia el regreso ya cansados y con mas calor en la tarde, ya el aire no era tan maravilloso ya no escuchaba tan bien los pájaros el viento era un carcelero implacable que fustigaba nuestro cuerpo con ráfagas que semejaban latigazos en nuestro cuerpo, si a la ida sufrí, a la vuelta ni les cuento, se nos hacia la noche y nos preocupaba, que nuestros padres se alteraran por nuestra falta , además se ponía oscuro y no teníamos luces, y en la ruta sin luz era un tema malo.
Yo ya no daba mas, me estaba cobrando factura el destino jajajajaja. Faltando algunos quilómetros Ariel se ofreció a cambiarme la chiva , la de el tenia cambios, y era mas liviana así llegaría con mas facilidad , eso hicimos y a Dios gracias llegamos, a la tardecita , no podía ni mover las piernas a esa altura pero llegamos y el orgullo de haberlo logrado quedo guardado en mi corazón, hasta ahora recién ahora, cuento estas anécdotas y agradezco a mi amigo, que me llevo por los caminos de la patria a entrenarme como ciclista, ayudándome a progresar en mi salud física, jajajajajajaj .
Así empezamos a andar en bici por todos lados también fuimos a Suarez y recorrimos Montevideo, eran aventuras que nos hacían sentir bien, por lo menos a mi , lo tome siempre como un desafió, porque si me decían eso es muy difícil no lo hagas, bue¡¡ ahí me calzaba el gorrito, agarraba la chiva, y empezaba a pedalear, y que el viento soplara nomas…………
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